jueves, 16 de julio de 2009

33) Maite Osés San Martín, pintora de Baquedano.








Casa con jardincillo en Eulate (Navarra). Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés).

Bodegón-florero con rosas y flor de magnolio. Óleo sobre lienzo. Maite Osés. Imita la obra "Primeras rosas de otoño" de Patricia Muratuka Fernández, pintora realista actual chilena. (Foto de Jesús Díaz).



Casas tradicionales en la sierra de Cameros (La Rioja).  Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés).
Zapatillas de bailarina. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés).


Bosque de Hayas en el Irati. Maite Osés. Óleo sobre tabla. (Foto de Jesús Díaz. Exposición "Día del Valle de Améscoa", 2007).


Mujeres hindúes en el Ganges. Maite Osés. Óleo sobre tabla. (Foto de Jesús Díaz. Exposición "Día del Valle de Améscoa", 2007).


Barquichuelas amarradas en el puerto. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz).


Personaje tocando el saxofón del tríptico "En torno a la música". Maite Osés. Collage y pintura al óleo. (Foto de Maite Osés).


Abstracto en gris y sangre. Maite Osés. Pintura acrílica sobre tabla, y fragmentos de madera pegados. (Foto de Maite Osés).

MAITE OSÉS SAN MARTÍN,  PINTORA DE BAQUEDANO.

INDICE DEL TRABAJO.

1) INTRODUCCIÓN. BREVES APUNTES BIOGRÁFICOS.
2) ALGUNOS DATOS ARTÍSTICOS.
3) TÉCNICAS ARTÍSTICAS UTILIZADAS.
4) TALLER E INSTRUMENTOS DE TRABAJO.
5) SOPORTES DE TRABAJO ARTÍSTICO.
6) GÉNEROS, TEMAS Y MOTIVOS ARTÍSTICOS.
7) BOCETOS Y DISEÑOS PREVIOS.
8) EXPOSICIONES DE SU OBRA.
9) FIRMAS DE LA PINTORA.
10) CATÁLOGO COMENTADO DE SU OBRA.
a) Pintura al óleo.
- Desnudos femeninos y mixtos.
- Escenas de género-costumbristas.
- Paisajes.
- Naturaleza muerta-Bodegones.
b) Acuarelas.
- Escenas de género
- Paisajes.
- Marina.
- Naturaleza muerta-bodegón.
- Otros. Arte Neo-bruto.
c) Pintura acrílica.
d) Collage.


1) INTRODUCCIÓN. BREVES APUNTES BIOGRÁFICOS.


Maite Osés ante la Fontana di Trevi en Roma , obra de Nicola di Salvi realizada en el siglo XVIII. Al fondo vemos al dios Neptuno, dios del mar,  cobijado en el nicho o exedra central ante su cortejo de tritones e hipocampos.

El valle de Améscoa situado en la zona media occidental de Navarra es uno de los más peculiares y atractivos de esta comunidad foral. Sus fértiles tierras y sus once núcleos de población  quedan limitados por la cadena montañosa de Urbasa-Andía por el norte y el macizo de Lóquiz por el sur. Su  orografía agreste y su ubicación, relativamente alejada de las grandes ciudades, ha permitido la pervivencia de un entorno natural privilegiado, un edén paradisíaco, ansiado por los urbanitas deseosos de sosiego, serenidad y Naturaleza y es el Nacedero del río Urederra y el conjunto del Parque Natural de Urbasa-Andía el principal foco de atracción turística de la zona.

No es extraño que en ese ámbito escogido, mimado por los dioses y de opulenta belleza, surjan artesanos y artistas, talladores, escultores,  pintores, etc. que emulen y complementen a la espléndida Naturaleza con su quehacer artístico, generalmente como hobby, como afición cultural, independiente o paralela a sus profesiones respectivas.

Es el caso de Maite  Osés San Martín, refinada pintora en su tiempo libre que cotidianamente ejerce su profesión de tapicera en la fábrica de sillas "Andreu Nort, S.A" ubicada en Eulate. Natural de Baquedano (población de Améscoa Baja y puerta del Parque Natural de Urbasa-Andía y especialmente del Nacedero del río Urederra), Maite nació en Pamplona, vieja capital del "Reino",  el 10 de marzo de 1969. Es hija de Mónico Osés, tallador de madera, de quien hemos hecho un trabajo en este blog, y de Amparo San Martín, y vive con sus padres en una bella colina en las afueras de Baquedano.


2) ALGUNOS DATOS ARTÍSTICOS.

Aunque a Maite le han gustado y seducido el dibujo y la pintura desde pequeña , no es hasta principios del  año 2004 cuando inicia, con seriedad, su actividad artística como pintora. Quizás por mera ósmosis en el ámbito familiar, por entusiasta emulación creativa, viendo trabajar a su padre Mónico en la talla de la madera, decidió canalizar sus propias inquietudes y ansias artísticas, que mostraba desde la infancia, a través de la pintura que ejerce con preciosismo y delicadeza.

Estimando que su propia experiencia autodidacta sería insuficiente, Maite,  para desarrollar y perfecccionar sus  aptitudes para la pintura, ha acudido, y sigue acudiendo, a los cursos impartidos por profesores de Bellas Artes en Améscoa Baja, concretamente en Zudaire y Baríndano, en los últimos 7 años. Esta enseñanza reglada permite a la autora un mejor conocimiento de las técnicas pictóricas y de sus recursos, de los soportes, de la teoría pictórica y de sus principales conceptos, dibujo, composición, color, modelado, perspectiva, lo cual le facilita una mejor y más depurada capacidad expresiva mediante el pincel.

No se siente Maite, según nos indica, influenciada por pintores o artistas determinados, aunque visita con cierta frecuencia, museos, lee algunas publicaciones sobre pintura y extrae básicamente su inspiración de la vida misma, de su entorno, de internet, y de los viajes que realiza, captando fotográficamente aquellos objetos y rincones que seducen su mirada y curiosidad para posteriormente trasladarlos al soporte pictórico. Varias de sus pinturas incluidas en este trabajo imitan obras de otros artistas; proceden de láminas y fotos para la práctica pictórica que tienen a su disposición los alumnos en los cursos de aprendizaje. Indicaremos la procedencia original en los casos que conozcamos. 
Maite no tiene alumnos  pero ejerce su influencia sobre sus sobrinos quienes se sienten encantados de absorber, practicar y disfrutar, como un atractivo juego, de su saber pictórico.

3) TÉCNICAS ARTÍSTICAS UTILIZADAS.

Maite realiza principalmente pintura al óleo, pintura acrílica y acuarela. Catalogaremos  su obra en base a estos tres grandes grupos de técnicas artísticas en el campo de la pintura.

Dentro de las técnicas pictóricas, el óleo es una de las más versátiles y utilizadas. En época bajo-medieval era el temple sobre tabla, previamente preparada con capas de yeso y colas, la técnica predominante. El pigmento de color se aglutinaba principalmente mediante el huevo (temple al huevo) y se usaba como disolvente el agua por lo que su aspecto era mate, a diferencia del óleo que integra aceites y brilla más por la reverberación de la luz. El temple, al igual que la pintura al "Buon fresco" sobre muro, tan utilizada en el medioevo, es de gran duración, pues la capa pictórica se integra en las capas de yeso base, no se alteran los colores, aunque seca rápido y es difícil de corregir.

Fue en el siglo XV (si atendemos a Vasari en sus famosas "Vitae" que se publicaron en el siglo XVI) cuando se difundió el óleo desde Flandes gracias al pintor Van Eyck y a Antonello de Messina, que aprendió del pintor flamenco, en Italia. Coincidió la progresiva  implantación del óleo con el surgimiento del lienzo como soporte de la pintura (en lugar de la tabla) a finales del siglo XV en Venecia.

El lienzo, enrollable y poco pesado, permitía el desplazamiento de las obras, la difusión de la pintura, el trabajo fuera de estudio, etc. En la técnica del óleo se aglutina el pigmento con aceites de linaza, nuez, colza,etc. y se disueve con esencia de trementina y otros disolventes. Permite muchas variedades de color, mezclas, veladuras, detallismo,  texturas diversas (lisas, empastadas), etc. aunque los aceites con el tiempo amarillean, se oxidan, distorsionando los colores, y las superficies con frecuencia se craquelan.

La pintura acrílica, la más moderna, surgida en los años 30 del siglo XX, es una técnica pictórica al agua que usa resinas naturales y sintéticas derivadas del petróleo como aglutinante y fijación del pigmento al soporte. Ya fue utilizada por los grandes muralistas mejicanos (Diego Rivera, etc.), por artistas del Expresionismo Abstracto americano (Jaspers Johns, Rothko, Pollock, etc.), por pintores del Arte Pop ( Andy Warhol, etc.) y es frecuentemente utilizada por artistas actuales. Sus ventajas son evidentes, versatilidad, rápido secaje, estabilidad química, variedad de colores en tubos como el óleo, etc.  No permite sin embargo densos empastes como aquél, y su aspecto es mate y opaco, aunque hoy en día múltiples aditivos existentes en el mercado permiten modificar estas características.

La acuarela es también una técnica pictórica al agua que usa colas arábigas como aglutinante del pigmento . Ya fue utilizada en la iluminación de manuscritos medievales. Su cualidad esencial es la transparencia de los colores. Se vincula al soporte del papel (blanco pues carece de ese color a diferencia de su hermana Témpera-gouache que sí lo posee) y al género paisajístico, aspectos que claramente vemos reflejados en el caso de Maite que ahora analizamos. Sus afirmaciones desde la experiencia corroboran lo que aquí señalamos, "en la acuarela el dibujo es esencial pues pincelada que das pincelada que se queda, y es casi imposible de corregir ", aunque, apunta, "la experiencia facilita ciertas soluciones". En el óleo, por el contrario "si te equivocas, dejas secar y vuelves a pintar encima las veces que desees", indica Maite, lo cual muestra la comodidad y tranquilidad que esta técnica ofrece al pintor, que le permite soslayar la urgencia y el agobio de la técnica utilizada.

4) SOPORTES DEL TRABAJO ARTÍSTICO.

Los principales soportes que usa Maite en su trabajo pictórico son el lienzo, especialmente para la pintura al óleo, el papel blanco para la acuarela y la madera, en menor medida, para la pintura al óleo y la pintura acrílica. Sobre dichos soportes realiza el dibujo y aplica el color sin necesidad de pergeñar bocetos o diseños previos.


5) TALLER E INSTRUMENTOS DE TRABAJO.

Maite pinta habitualmente en estudio y con caballete. Utiliza diversos instrumentos de trabajo en función de la técnica artística escogida, paleta de pintura, pinceles, tubos de óleo, acrílico, cajas de acuarela, disolventes, aditivos, etc.

6) GÉNEROS, TEMAS Y MOTIVOS ARTÍSTICOS.

Entre los géneros  pictóricos a los que Maite ha recurrido  hasta este momento en su actividad artística,  destacan los siguientes: paisaje (quizás el más abundante, tanto en pintura al óleo como en acuarela, incluyendo una marina), naturaleza muerta-floreros-bodegones (de potente atractivo y belleza) , desnudos (especialmente femeninos, de espaldas y en la intimidad), y, en menor medida, escenas de género o costumbristas.

Entre los paisajes señalamos como ejemplos "Sierra de Urbasa en Otoño. Hayedo envuelto en niebla", "Bosque de hayas en el Irati" y "Nacedero del Urederra"; en pinturas de naturaleza muerta destacamos las soberbias obras "Bodegón-florero con rosas y flor de magnolio", que encabeza este trabajo,  "Zapatillas de bailarina" y "Molinillo y café", por citar algunas; entre las escenas de género mencionamos "Lechero anciano caminando hacia su soledad", de original encuadre, y "Mujeres hindúes en el  Ganges".

En cuanto a los temas y motivos pintados por Maite destacan, en el género paisajísticolas vistas interiores de bosques frondosos, los espacios naturales abiertos, a veces con caminos y ríos serpenteantes que se pierden en lontananza, en el punto de fuga, casas de arquitectura tradicional  y local  de aspecto rural y rústico,  portadas pétreas de medio punto robadas al tiempo, jardines, fragmentos de fachadas y tejados, detalles de ríos (nacedero en cascada vertical, curso del río discurriendo las aguas entre cantos rodados tapizados de musgo,etc.).

En los desnudos gusta la autora de representar cuerpos femeninos delicados y sinuosos, en su intimidad, de espaldas al espectador y en espacios cerrados, que recuerdan en cierta manera a los desnudos femeninos de Edgar Degás de jóvenes acicalándose y practicando su higiene personal en tinas.

En el género de naturaleza muerta, Maite gusta de representar vasijas tradicionales de cerámica con flores, objetos diversos como zapatillas de danzarina, candado, perchero, silla de cabalgar, flores en detalle, frutos secos, etc.

En el género costumbrista o escenas de género, apreciamos  por ejemplo a un anciano con paraguas transportando su lechera, a mujeres tradicionales hindúes en las aguas del río sagrado Ganges, y a elegantes caballeros del siglo XIX , bigotudos, trajeados y con sombreros de copa, fumando y bebiendo, en alguna celebración. 

7) OBJETIVO DE SU ACTIVIDAD PICTÓRICA.

Como todo artista auténtico, Maite trabaja principalmente por propio placer, como satisfacción personal, como necesidad imperiosa de exteriorizar y materializar su ansia expresiva a través del dibujo y el color,  aunque parte de su obra responde a encargos de personas amigas, e incluso ha vendido algunos de sus cuadros.

8) EXPOSICIONES DE SU OBRA.

Su obra pictórica,  escasamente difundida,  se ha mostrado en alguna de  las Exposiciones anuales  del "Dia del Valle de Améscoa" celebradas en las antiguas Colonias de Zudaire, hoy colegio comarcal , y también se ha expuesto en la Ludoteca de Baquedano.

9) FIRMAS DE LA PINTORA.



Firma de Maite Osés al inicio de su actividad pictórica. (Foto de Jesús Díaz). En su primer cuadro como pintora, "Paisaje con árbol y montañas", que consideramos más adelante, Maite utilizó la firma que vemos en la imagen superior, el primer apellido, OSES, representado con letras mayúsculas y de forma simple y directa, sin complejidades de trazo.
Firma de Maite Osés tras sus primeros inicios. (Foto de Jesús Díaz). Con posterioridad la autora utilizará su nombre completo, MAITE, también con letras mayúsculas y trazo sencillo, como observamos, por ejemplo, en alguno de sus bodegones ( "Molinillo y café",  "Bodegón-florero con rosas y flor de magnolio", que encabeza este trabajo),  en algunos desnudos ("Desnudo femenino en la intimidad I", Desnudo femenino en la intimidad III"), en paisajes ("Curso del río Urederra", "Bosque de hayas en el Irati", "Portada pétrea de medio punto"), etc.

Firma de Maite Osés en la actualidad. (Foto de Jesús Díaz). En una tercera fase Maite simplifica su firma identificando y autenticando  sus obras pictóricas con los caracteres en letras mayúsculas MTE correspondientes a su nombre; no obstante la M inicial es de mayor tamaño acogiendo y protegiendo a los caracteres que la secundan y acompañan. La evolución cronológica de su firma parece lógica; inicialmente utiliza el apellido, Osés, pues no es sabida su actividad artística, Maite es desconocida como pintora, y quizás quiere identificarse de forma clara, sin ambiguedades ni equívocos, con su apellido, más restringido y exacto, desde un punto de vista genealógico-onomástico y de identificación de la persona, que el nombre; con posterioridad opta por su nombre completo, Maite, quizás como señal de que su actividad ha tenido cierta difusión, al menos en su círculo más proximo de familiares, amistades, conocidos, y quizás también como signo o como pretensión y deseo de una mayor cercanía y proximidad con el espectador, con el contemplador de sus cuadros, con quien tal vez quiere establecer un vínculo de mayor afectividad; finalmente utiliza su nombre pero simplificado, en la mente del espectador está el nombre conocido de la pintora, pero en su retina se reflejan solo tres caracteres, más que como nombre en sí, como signo o símbolo gráfico de la pintora, como sello más impersonal de autoría.


10) CATÁLOGO COMENTADO DE SU PINTURA.

Procederemos a continuación a un análisis de la obra pictórica de Maite ordenado por técnicas de pintura (óleo, acuarela, acrílico, collage-pintura) y por géneros pictóricos ( desnudos, escenas de género/costumbrismo, paisajes-marinas, naturaleza muerta-bodegones).


A) PINTURA AL ÓLEO.

- DESNUDOS FEMENINOS Y MIXTOS.




Desnudo femenino en la intimidad I. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Vemos en un interior la representación de una joven desnuda y de espaldas, sentada quizás sobre su propia cama, y que apenas se cubre con la sábana sus partes pudendas. Inclina ligeramente su cuerpo hacia adelante acercando sus manos a su pie derecho, quizás se está colocando en la intimidad una media, un leve calzado o está realizando su higiene personal. La mujer se dispone en el centro del cuadro en posición diagonal, en tenue escorzo, confiriendo a la representación cierta profundidad. Su cabeza se representa en posición de tres cuartos, casi de perfil; apenas percibimos parte de su rostro, esbozado y difuminado. Su cabellera de tonos pardos, grisáceos y amarillentos se recoge en una breve coleta. El blanco tejido que cubre su piel tersa exhibe varios pliegues sombreados con tonos violáceos al modo impresionista, diferenciándose de la blancura inmaculada de la superficie sobre la que la joven se apoya. Al fondo de la luminosa habitación  parece percibirse un muro ocre abierto por un vano blanco, un espejo, o quizás una toalla. El contraste de colores complementarios, amarillos-violáceos, recuerda también a la pintura impresionista, aunque la pincelada, a diferencia de esta corriente pictórica, es estirada, pulida, sin puntillismo o brochazos cortos, y sin empaste. El tema representado también tiene concomitancias con el impresionismo, especialmente si recordamos, por ejemplo, las muchachas de Degas pintadas en la intimidad en su higiene personal, cual si fueran observadas por un espectador-voyeur a través de la cerradura de una puerta. El silencio, el anonimato, la parsimonia en la acción, la intimidad,  son características inherentes a esta pintura.



Desnudo femenino en la intimidad I. Detalle. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Como observamos en esta imagen el rostro de la mujer está apenas esbozado y el colorido de su pelo puede deberse a reflejos luminosos producidos en la estancia. Se aprecia con nitidez la simbiosis de tonalidades vióláceas y amarillentas, colores complementarios que se realzan entre si. La capa pictórica es delgada por lo que casi se aprecia la red de trama y urdimbre del lienzo de soporte.



Desnudo femenino en la intimidad II. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés). Vemos en esta imagen la representación de una muchacha de bellos rasgos y desnuda en el cuarto de baño o en una habitación. Está sentada en leve posición de tres cuartos, próxima al perfil. Oculta de forma natural  su pecho y zona púbica con una gran toalla o sábana blanca que cuelga de su antebrazo mediante elegantes pliegues resaltados plásticamente en su volumetría mediante un juego de luces y sombras y una gradación de tonalidades grisáceas. La joven inclina levemente su cabeza hacia adelante en actitud serena y pensativa. Su larga cabellera rubia, sombreada con variedad de matices colorísticos,  se recoge de forma desenfadada en la parte posterior y superior de la cabeza, aunque algunos mechones díscolos caen hacia delante con espontaneidad velando tenuemente su rostro. El pelo recogido permite al espectador apreciar las bellas formas de la cara y del cuello estilizado que se prolonga en la sinuosa línea de su cuerpo seductor; pantorrillas, rodillas, nalgas, espalda, cuello, rostro, mostrados al desnudo, conforman un perfil bellísimo y sensual, de delicada y erótica voluptuosidad. Su queda actitud rezuma tristeza y melancolía quizás por algún amor fracasado que embarga su alma, o ¿quien sabe?, quizás se muestra exhausta y en descanso reparador tras una tórrida noche de pasión. La muchacha se halla en una estancia de ambiente dorado, ante una planta de interior cuyas verdes hojas alargadas y ovales asoman atrevidas en el ángulo inferior derecho, quizás deseando acariciar y consolar a la joven o simplemente "dialogar" con ella en silencio a través de su mera presencia. La tenue luz de oro que se filtra y tamiza suavemente a través del gran ventanal de medio punto que apreciamos al fondo confiere a la habitación un ambiente cálido y acogedor y parece simular un nimbo, una aureola,  cual resplandor sagrado en torno a la joven diosa, que la engrandece resaltando su belleza. Su actitud sosegada y ensimismada , su rubia cabellera y su cuerpo sonrosado encajan a la perfección en ese océano de dorados, silencios y tristezas.



Desnudo femenino en la intimidad III. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz)Atraciva imagen la que vemos en este cuadro al óleo de Maite, no solo por la elegante y turbadora silueta femenina que apreciamos vista desde atrás, sino también por su colorido de tonos complementarios, violáceos y amarillentos que se realzan entre si en una lograda mezcla de sombras de color y variantes cromáticas en penumbra de evidente hechizo. La joven, quizás en una escena de aseo en la intimidad, que recuerda a los pintores impresionistas, como Edgar Degas y Toulouse de Lautrec, nos muestra su cuello y su espalda desnudos, cual si el espectador voyeur observara a través de una mirilla las acciones de la muchacha. Una prenda, quizás una toalla, un albornoz, en disposición holgada se despliega de cintura para abajo impidiendo al ávido observador contemplar en toda su belleza y esplendor el cuerpo grácil y sinuoso de la joven. No llegamos a percibir su rostro, únicamente atisbamos su pelo recogido y su mejilla, embebida como está en su actividad reservada y personal, ajena a los espectadores que la miran.




Desnudo femenino en la intimidad III. Detalle. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Apreciamos con claridad las largas pinceladas, limpias y pulcras, sin apenas empaste, en un mar de tonalidades blanquecinas, doradas, pardas, violáceas, negras. Un fogonazo de luz que parece proceder de la izquierda  ilumina parcialmente su espalda y cabeza, en fuerte contraste con la penumbra que invade la representación. La luz muestra la elegante curvatura y ondulación de su espalda y de su columna vertebral. Recuerda esta técnica pictórica al tenebrismo rompedor caravaggiesco característico de los años iniciales del siglo XVII del barroco italiano, en pugna con el clasicismo de Annibale Carracci y seguidores. La suave inclinación de su cabeza en recóndita e íntima conversación consigo misma, sugiere de nuevo en este cuadro, un estado de ánimo quizás triste y melancólico de la muchacha, tal vez por amores no correspondidos, apetencias imposibles, decepciones inesperadas.

Abrazo íntimo de dos jóvenes I. Maite Osés. Óleo sobre tabla. (Foto de Maite Osés). Vemos en esta imagen a dos personas jóvenes de cuerpos estilizados, longilíneos y sinuosos en abrazo efusivo y apasionado. Sus cuerpos erguidos y curvilíneos representados de forma simplificada, cuasi tendente a la abstracción, se fusionan en amorosa vehemencia. Parecen besarse con arrebato y ardor. No solo las formas evidencian el ímpetu amoroso sino también el intenso color rojo pasión de los personajes y del suelo de la habitación del que parecen brotar los amantes cual erupción de lava del volcán del amor, volcán que esculpe y regurgita a sus criaturas cual Pigmalión telúrico. Ni siquiera el muro del fondo escapa en su blancura contenida a los matices rojizos que la autora ha pintado. Sólo el negro intenso, color de la muerte, que perfila parcialmente en grueso trazo las curvas de los ardorosos cuerpos parece recordarnos que Eros y Tánatos, Amor y Muerte, acaban abrazándose, los extremos terminan tocándose y un fino límite los separa. Podría representar esta imagen la fragilidad del amor, el esfuerzo y sacrificio constante y titánico que requiere el mantener la hoguera en llamas y que no acabe en un rescoldo olvidado medio oculto por las cenizas, podría representar lo efímero y fugaz de lo intenso, de lo vibrante, de lo valioso, lo transitorio de la vida misma, y precisamente el máximo placer experimentado y obtenido momentáneamente es el mejor sucedáneo de la Eternidad, de la Infinitud, de la Inmortalidad.



Abrazo íntimo de dos jóvenes II. Maite Osés. Óleo sobre tabla. (Foto de Maite Osés). Esta imagen similar  a la anterior, con alguna ligera variante en los abrazos de los personajes, vuelve a mostrarnos la potencia del Amor, de la Querencia, de la Amistad, del Placer, del Hedonismo, pero al mismo tiempo nos muestra su vulnerabilidad; no sabemos cuánto durarán; como observamos en la imagen los jóvenes en pleno fragor de la batalla parecen comenzar a desleirse, a disgregarse levemente por sus extremidades inferiores en un proceso irreversible, pero de Eterno Retorno, de vuelta a la Madre Tierra y de nuevo resurgir, cual llamas que brotan exaltadas  del fuego, para  decaer y volver a nacer en una espiral sin fin. La representación muestra formas modernas de minimalismo y estilización, pero los negros perfiles de las figuras nos retrotraen a la pintura románica y gótica inicial, perfiles nítidos que cual emplomados de vidrieras enmarcan las formas de forma rotunda, conteniendo colores, muchas veces planos, sin mezclas atrevidas.



Pareja de jóvenes danzando. Maite Osés. Óleo sobre tabla. (Foto de Maite Osés). Apreciamos en esta bella obra dos jóvenes de trazo estilizado danzando en posiciones dinámicas y vigorosas en el interior de una habitación cuya pared de fondo muestra tres paneles rectangulares verticales de colorismo diverso; sobre dicho fondo se recortan las figuras vivaces de los dos danzarines que alzan sus brazos y mueven sus piernas de forma expresiva, aparentemente coordinada y en diálogo mutuo, representándose también en el panel izquierdo las sombras de los danzarines en tonalidad rojiza. Recuerda sin duda esta obra a "La Danza" de Henry Matisse de la que puede ser un homenaje y en la que parece inspirarse, al menos parcialmente. Esta obra se halla en el Museo Ermitage de San Petesburgo y fue pintada en 1910 por el famoso pintor vanguardista del Fauvismo francés. Las diferencias son evidentes, no bailan en armoniosa danza cinco jóvenes con las manos unidas  sino solamente dos y sin tocarse, aunque en sincronía y similitud de movimientos. Los tres paneles de fondo de cromatismo diverso, anaranjados , ocres y violáceos, recuerdan a los dos campos colorísticos uniformes, azul del cielo y verde de la tierra, que Matisse usa en su obra y que nos retrotraen a los registros de color paralelos que ya se usaban en la iluminación de los Beatos medievales, aunque estos dispuestos en posición apaisado y no vertical. Los movimientos de la danza en ambas obras, aunque armoniosos y cadenciosos, parecen derivar de una danza dionisíaca, parecen los movimientos impetuosos y espasmódicos de sátiros y ménades que acompañan al dios Baco-Dionisos en su cortejo festivo y sagrado. Si Matise en su  obra citada utilizaba colores complementarios azul-naranja, Maite en la obra que vemos aplica el contraste de tonalidades complementarias verdes-rojizas y violáceas-amarillentas. También es apreciable el contraste entre las formas dinámicas curvilíneas de los danzarines y las formas geométricas de trazo rectilíneo que conforman los rectángulos colorísticos del fondo.

- ESCENAS DE GÉNERO/COSTUMBRISTAS.



Lechero anciano caminando hacia su soledad. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz).
Apreciamos en este cuadro un bellísimo encuadre y una atrevida perspectiva que otorgan un potente atractivo a esta pintura.  Predominan en la representación los colores fríos, azules, grises, negros, a diferencia de los cuadros analizados hasta ahora en los que predominaban los colores cálidos. La pintora hábilmente inicia una historia que el espectador debe completar con su imaginación y fantasía. El abuelo lechero, al que vemos de espaldas en el ángulo inferior derecho, se dirige, con decisión pero con la parsimonia típica de su edad, a su destino que intuimos al fondo del cuadro. Lleva la clásica lechera metálica del mundo ganadero y se cubre con un oscuro paraguas de las inclemencias del tiempo o quizás de las incomprensiones y miserias humanas. Echando a volar la imaginación de forma temeraria por parte de quien esto escribe podríamos considerar esta pintura una alegoría del abandono y de las enfermedades mentales que afectan a nuestros mayores, podría representarse, quizás, la pérdida de la memoria y de la conciencia de la realidad de muchos de nuestros ancianos. El abuelo, rotas ya las amarras con la realidad, desvinculado de este mundo egoísta y cruel que ansía el placer y el hedonismo y soslaya con frecuencia el cuidado de sus mayores, camina en su imaginación y en su aislamiento por los cielos azules y etéreos de su imaginación, buscando El Paraiso, El Dorado, la Eternidad y lo hace acompañado de su lechera y su paraguas como únicos vínculos con su larga vida de ganadero, y quizás en ella no lleva leche sino los recuerdos perdidos, las experiencias de su existencia , los momentos de felicidad que en ocasiones disfrutó. Es un cuadro que admite infinidad de interpretaciones, tantas como espectadores tenga la obra.



Lechero anciano caminando hacia su soledad. Detalle. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Este detalle de la obra anterior, en el que vemos al lechero centrado en el fondo azul, a diferencia del cuadro completo en el que el lechero se representa en el ángulo inferior derecho nos permite apreciar la mayor fuerza expresiva que su encuadre marginal produce en el espectador.





Dos mujeres hindúes en el Ganges. Maite Osés. Óleo sobre tabla. (Foto de Jesús Díaz tomada en la exposición de las Colonias de Zudaire, en el "Día del Valle de Améscoa" del año 2007). Observamos en este cuadro a dos mujeres, seguramente hindúes, una joven y una niña, vistas de espaldas, que están inmersas en una corriente de agua que les llega a la cadera, quizás el río sagrado Ganges. La madre avanza en primer lugar llevando en sus manos un recipiente amplio y de poco fondo y la hija continúa bajo su cobijo y protección y lleva un jarro de pronunciada panza. Ambas visten ligera indumentaria de vistoso y atractivo colorido de tonos cálidos que dejan a la vista sus delgados brazos morenos y sus pulseras. La niña gira su cabeza hacia la izquierda, quizás porque algo ha llamado su atención, muestra su cabeza descubierta luciendo un pelo negro con coleta a diferencia de su madre que esconde su cabellera bajo el vestido. Los colores determinan, al igual que el dibujo y las luces y las sombras, la profundidad y la perspectiva, los colores cálidos atraen y acercan lo representado al espectador, mientras que los fríos lo alejan. Apreciamos los colores cálidos en los dos personajes que Maite ha representado próximos a nosotros, y los fríos en el río que se diluye en la lejanía. Obsérvese, por otro lado, que la autora en los cuadros de desnudos femeninos que hemos analizado ha pintado a los personajes curiosamente de espaldas lo cual les confiere anonimato e incertidumbre, incitando al espectador a adivinar y conjeturar sobre sus acciones y su situación anímica. Maite ha representado a las figuras en primer término, vistas con una perspectiva de cierta altura y recortando sus bellos perfiles sobre un fondo azulado, en este caso de las aguas profundas y silenciosas del río. Es un cuadro que emana serenidad, silencio, reposo del espíritu, y a ello contribuye la densa corriente de agua que se desliza sigilosa y acariciadora.

- PAISAJES.



Paisaje con árbol y montañas. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Destacamos en este paisaje, primera obra de Maite,  el árbol de primer término de oscuro y robusto tronco y ramas sarmentosas que finalizan en algodonosa fronda violácea, árbol bien arragaido en el terreno que acapara el protagonismo de la representación. Destaca igualmente, y con no menor intensidad y potencia el paisaje de segundo plano, con una gran montaña de profusa vegetación que asciende altiva en la parte derecha, según observa el espectador, y que muestra una atractiva variedad cromática, con infinidad de matices verdes, grises, azulados, rojizos y ocres. Por último señalamos las montañas gemelas del fondo representadas, sin apenas transición, en perspectiva aérea o atmosférica que diluye los perfiles en la lejanía, azulea los colores y nos muestra la profundidad del espacio representando el aire intermedio. Esta perspectiva ya conocida desde la Antigüedad (recordemos por ejemplo algunas pinturas murales pompeyanas de época romana), será considerada y desarrollada con entusiasmo por Leonardo da Vinci en el Renacimiento italiano y después será aplicada por numerosos pintores, por ejemplo a Turner, en el siglo XIX inglés, en época romántica. Nuevamente observamos el gusto de la pintora por el contraste de colores complementarios, violáceos y amarillentos que se realzan entre si.


Paisaje con árbol y montañas. Detalle. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Apréciese la espléndida representación de la leve y delicada fronda violácea, dispersa y disgregada de forma tenue, a modo de floridas terminaciones, en contraste con el recio y sólido tronco y las rígidas ramas pardas. Parece una contraposición, o quizás mejor una simbiosis de lo masculino vigoroso y lo femenino sutil, una complementariedad de la fuerza bruta y de la inteligencia. El fondo de diáfano y luminoso azul permite esa apreciación nítida y maravillosa de la copa del árbol recortada en él.


Sierra de Urbasa en otoño. Hayedo envuelto en niebla. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés).Vemos en esta imagen una lograda representación de un bosque de hayas de Urbasa en plena época otoñal. Las hojas de color ocre y dorado yacen dormidas en el suelo cual suntuoso tapiz natural de la sierra que en breve se convertirá en manto de fructífero humus; tras su exhibición primaveral y estival las hojas se han desprendido, de forma paulatina pero irreversible, de las enormes hayas que alzan sus gruesos y rectos troncos al fondo de la representación, cual grises fantasmas desorientados y perdidos  gesticulando con sus brazos sarmentosos entre la niebla que los abraza y acaricia.  Solo algunas hojitas se mantienen aún en las ramas, ansiosas por permanecer un instante más abrazadas a la vida, pero sabedoras de su destino final.  Un camino de tierra blanquecina serpentea desde el primer término del cuadro hasta el fondo marcando perspectiva y profundidad. El punto de fuga se halla en el centro del cuadro, en el lugar en que el camino parece finalizar absorbido por la niebla. Los postes de la alambrada que percibimos a la izquierda de la representación nos conducen en diagonal hasta dicho punto de fuga. El cuadro nos muestra de forma paladina el Eterno Retorno de la Naturaleza, su discurrir  circular, su evolución cíclica, alternando las estaciones; el Eterno Retorno como concepción filosófica ya planteada por Nietzsche y que se refiere no solo a la constante repetición circular de los acontecimientos sino también de los pensamientos, de las ideas, de los sentimientos, cual rueda inexorable existencial. Un silencio universal e intemporal invade la escena, un reflejo de la Eternidad, nosotros meros destellos en el infinito, desapareceremos en breve, nos disolveremos en el Todo, pero el Universo majestuoso continuará, con nosotros formando parte del Cosmos, del Todo, de Dios.

 
Curso del río Urederra. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Apreciamos en esta imagen un detalle del discurrir del río Urederra una vez nacido de la generosa matriz de Urbasa. El agua suave y flexible no se enfrenta abiertamente a la dura roca, la bordea, la lame, la acaricia, baila con ella y la moldea a su gusto convirtiendo las duras aristas y las superficies de rugosa textura en piel delicada curvilínea y sinuosa de suave tacto. Así ha procedido en el cauce del río Urederra como observamos en esta bella pintura de Maite; el agua de color azul turquesa discurre, a veces con prisas, a veces indolente, sorteando las grandes rocas del curso a las que, con el transcurrir del tiempo, ha ido esculpiendo a su antojo, conformando grandes cantos de ondulaciones sensuales, que se han ido cubriendo parcialmente de un verde tapiz por la humedad fecunda. Destaca en este óleo, como ya hemos apreciado en otras obras de Maite, la infinidad de toques colorísticos, de pinceladas de variadísimo cromatismo que definen las rocas, el fluir de las aguas azuladas, los musgos adheridos a las rocas cual verde pátina, etc. y nuevamente observamos la combinación de tonalidades violáceas y toques amarillentos en juego de colores complementarios.



Hayedo en la selva del Irati. Maite Osés. Óleo sobre tabla. (Foto de Jesús Díaz). Vemos nuevamente el gusto de Maite por representar el interior de los bosques en encuadres parciales, cortados, fotográficos; su obsesión no es captar los objetos en su integridad, sino captar y transmitir al espectador la autenticidad del detalle representado, su interés radica en representar el todo a través de la parte. Observamos en este cuadro un fragmento de un hayedo del norte de Navarra, en la selva del Irati. Los árboles no exhiben sus majestuosas y soberbias copas frondosas; la autora nos muestra la parte inferior de los troncos de las hayas, desde su arraigo en el suelo hasta media altura. Son troncos recios y macizos, relativamente rectilíneos, de suave corteza grisácea, a diferencia de los robles, tan abundantes también en Navarra y en las Améscoas, que muestran menor altura, troncos doloridos, retorcidos,  y cortezas ásperas y rugosas. Las ramas que brotan cual juguetones retoños del tronco principal se visten de gala con multitud de hojas verdes, ocres, amarillas, doradas, que generan un microclima peculiar de penumbra y frescura en época estival y de intensa humedad en otoño e invierno. La luminosidad exterior se filtra a través de la frondosidad vegetal que actúa como tamiz natural irregular y variable.



Bosque exuberante. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz, Exposición en el "Día del Valle de Améscoa", 2007).
En el cuadro que ahora vemos, Maite ha representado un paisaje de exuberante vegetación, concretamente un bosque de elevadas y frondosas coníferas verde-grisáceas al fondo y árboles de tamaño más modesto y colores otoñales en un plano intermedio. En primer plano observamos un pequeño prado de fina hierba de colores verdes y ocres que finaliza en un humilde banco al pie de la primera línea de árboles. Por encima del bosque observamos un cielo tímidamente azul en el que se recorta la abundante floresta. Maite ha incluido los colores cálidos en primeros planos y los fríos al fondo como técnica perspectiva. Ha recurrido también a una composición de marcada simetría, ejerciendo de eje central de la representación la potente conífera del fondo, que se alza majestuosa, y, a sus pies el modesto arbolito de hojas rojizas. Maite ha utilizado una técnica pictórica suelta, de manchas de color contiguas, yuxtapuestas, que vistas de cerca parecen inconexas, y no representar nada, y con cierta lejanía el ojo las fusiona y percibe como espacios y objetos realistas, una técnica que tanto gustaba a Goya, especialmente en la representación de elementos de orfebrería de las indumentarias, y a los pintores modernos, y que se aleja de los presupuestos clasicistas de dibujo y detallismo férreo.



Casita rústica en el bosque. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés). En este cuadro Maite nos regala un bucólico e idílico paisaje; vemos un prado de verde yerba en primer término, una casita de piedra con cubierta de madera a dos aguas bordeada por un cercado de madera y cobijada a la sombra de un gran árbol de abundante hojarasca, quizás un haya, en segundo plano y al fondo observamos dos agudos picos de aspecto alpino y escasa vegetación, el más lejano en perspectiva aérea y envuelto por nubes, que recortan su marcada silueta en un cielo azul en gradación tonal salpicado de algunas nubes algodonosas. La casita del bosque parece abandonada, quizás hace tiempo que nadie la habita; su tejado parece derruido, o al menos en proceso de destrucción, pues carece de teja o lajas de pizarra y apreciamos su esqueleto de madera, y la cerca lígnea da la sensación de desidia en su cuidado; su fachada principal parece de piedra, muestra una gran portada arquitrabada cuyo dintel es un gran tronco de madera, dos leves ventanitas rectangulares apaisadas la flanquean. Detrás de la casa se alzan, a la izquierda, montañas de verde vegetación cuyos matices cromáticos, verdes, amarillos, ocres, rojizos, se confunden con la fronda del gran árbol y con el propio prado de primer plano. Obsérvese la bella representación de las ramitas superiores del árbol recortándose sobre el cielo azul cristalino, de forma deshecha, con cortas pinceladas yuxtapuestas y disgregadas de distintos tonos, casi al modo impresionista. La montaña piramidal de la derecha, que al igual que su compañera lejana parece querer romper el himen del cielo,  muestra su cara más alejada en intenso color oscuro, con aristas pronunciadas, irregulares, levemente quebradas, cuasi talladas por un escultor cósmico, numénico. Un entorno edénico, paradisíaco, el que nos brinda Maite, en el que refugiarnos de nuestras frustraciones, infortunios y desilusiones, de nuestros miedos ancestrales, de nuestros temores existenciales.

Portada pétrea de medio punto y jardín exterior de la casa Nr. 40 de  Eulate (Navarra). Óleo sobre lienzo. Maite Osés. (Foto de Maite Osés).
Corresponde esta portada de medio punto del siglo XVI, adornada en el intradós del arco con bolas estilo Reyes Católicos y compuesta de potentes dovelas de piedra en cuña y de buenos sillares en las jambas, a la casa Nr. 40 de Eulate situada debajo de la carretera, en las proximidades de la iglesia parroquial.
Apenas vislumbramos entre el  denso ramaje la parte inferior del escudo que luce en la dovela clave de la portada. Solamente podemos percibirlo en detalle si nos aproximamos a la misma portada. Es cuartelado y muestra en primero y cuarto las tres fajas características de las armas de los Baquedano y en segundo y tercero un castillo almenado con tres torres, la central más elevada. El escudo queda abrazado desde la punta por diestra y siniestra mediante un tallo de retoños cortados. Maite ha representado no solo la portada de la casa, que observamos al fondo de la imagen, sino también, y en vista perspectiva, el hermoso jardincillo que luce en la parte derecha, exhibiendo bellas piedras de  caprichosas formas y florecillas multicolores por doquier. Un murete a modo de zócalo o pedestal soporta pilares cuadrangulares entre los que se dispone una bella verja compuesta de ruedas de carro metálicas entre rombos. En primer plano apreciamos un árbol de recio tronco en cuya base se ha dispuesto otro pequeño jardincillo circundándolo con dos enanitos de piedra inmersos en la fronda florida. La puerta de madera que cierra la portada se ajusta en su composición a las tradicionales amescoanas, compuestas por dos hojas, una de ellas con ventanillo superior. Un bellísimo rincón de la población de Eulate, para regodear la vista y el espíritu del paseante y del contemplador del cuadro.


Chabola rural con colmenas de abejas. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés). Vemos en la imagen el extremo de una casa rústica en pleno campo en cuyo muro de mampostería se han adaptado varias colmenas de abejas de bella forma cónica o semioval, a modo de pajeras. Quedan protegidas de las inclemencias del tiempo por el alero de la casucha o chabola, aunque da la sensación de ser un edificio sumido en el abandono, pues parte de dicho alero se ha desprendido apreciándose fragmentos de teja y algunas piedras en el suelo. Es una pintura muy atractiva, no solo por el tema tradicional y poco recurrido de la apicultura en zonas rurales, una actividad que es típica de Améscoa, sino también por la técnica pictórica de Maite, con esa mezcla de pinceladas de cromatismo diverso, que apreciamos en el tejado y en el suelo, con multitud de matices rojizos, ocres, pardos, dorados,  o en el muro pétreo donde predominan los grises. La luz proviene de la izquierda pues las colmenas reflejan su luminosidad y blancura por ese lado, permaneciendo las zonas de la derecha en suave penumbra.



Portada pétrea de medio punto. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Son muy comunes en Améscoa, especialmente en las casas de época renacentista y barroca, las portadas de piedra de medio punto, con grandes dovelas en forma de cuña en los arcos y grandes sillares en las jambas. Unas son de mayor perfección técnica y de una ejecución exacta y precisa, y otras presentan un aspecto menos depurado. Maite ha pintado en este cuadro una portada  iluminada por el sol desde la derecha según observa el espectador. Las uniones de sus dovelas y sillares no son perfectas, muestran cierta indecisión y titubeo visibles en los intersticios violáceos que las separan, la dovela clave carece de escudo labrado, probablemente porque no es una portada medieval sino posterior, y la puerta de madera se muestra en su parte inferior un tanto deteriorada. Nuevamente Maite utiliza una mixtura de ocres, amarillos marrones para representar la madera, y un blanco grisáceo impregnado de azules y violáceos para la piedra.

-NATURALEZA MUERTA/BODEGONES.



Bodegón-florero con rosas y magnolia. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés). Imita la obra "Primeras rosas de Otoño" de Patricia Muratuka Fernández, pintora realista actual chilena. Como es sabido por Naturaleza muerta  se entiende aquella pintura que representa una composición a base de elementos inanimados, animales muertos, vegetales y frutas y cosas. Actualmente se identifica con Bodegón, aunque tiempo atrás se diferenciaba dentro de la Naturaleza muerta entre bodegón propiamente dicho y florero. El bodegón que vemos muestra una vasija de barro en la que se ha introducido una rama de magnolio con grandes hojas verdes que culmina en una elegante flor blanca recién eclosionada vista de perfil en leve escorzo. Fuera del florero, que descansa sobre una repisa o mesa, apreciamos un ramo de rosas representadas en escorzo y en diagonal, confiriendo cierta profundidad a la escena. El aspecto de perspectiva y tridimensionalidad de la representación se logra también mediante el contraste entre la superficie horizontal del soporte y la verticalidad del muro de fondo diferenciados mediante dos campos pictóricos ocre de distinta tonalidad, la línea de unión marca el ángulo espacial. Un foco de luz procedente de la izquierda, según observa el espectador, ilumina la vasija de terracota, que proyecta un ligero sombreado sobre la mesa, y las rosas dormidas. Obsérvese la habilidad compositiva del escorzo del manojo de rosas y la atractiva asimetría de la rama de magnolio colocada en posición natural oblícua. Es un bodegón que más sigue la pauta del clásico bodegón español, sobrio y austero en elementos (especialmente en el barroco, tenía un simbolismo religioso luego perdido), que el bodegón flamenco atiborrado de elementos naturalistas en su representación con sensación de "horror vacui". Solo tres elementos componen básicamente este bodegón , una rústica pero digna vasija de barro con asa curvilínea lateral, una magnolia que emerge desenfadada de su amplia boca y un ramo de rosas acostadas en la mesa. Es espléndida la coloratura de la vasija en matices infinitos ocres, amarillos, naranjas, verdes, que junto al fogonazo de luz contribuyen a darle plasticidad y volumetría en un bello juego cromático y de luces y sombras. Obsérvese también las tonalidades verdes del magnolio y el escorzo de algunas de sus hojas, asi como el bello pimpollo de rosa en proceso de eclosión cobijado por el resto de rosas.



Zapatillas de bailarina. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés). Bellísima y lograda representación de este par de zapatillas de ballet, tanto por su realismo, por la estructura compositiva, ambas situadas en posición diagonal, en aspa, colgadas una sobre otra, de forma natural, sin artificiosidad, como por el color, naranjas y dorados cálidos abrazándose en perfecta conjunción, como por el juego de luces y sombras que confieren plasticidad, escultoricismo, tridimensionalidad a la representación. Recordemos que la pintura se realiza sobre un soporte bidimensional, pero el pintor engaña al ojo del espectador haciéndole ver profundidad, espacio, volumetría donde no los hay por tratarse de un soporte de representación plano, en definitiva el pintor practica un "trampantojo" o trompe l´oeil en sentido amplio. Como observamos en la imagen la luz ilumina casi en su totalidad la zapatilla situada en primer término, manteniendo en cierta penumbra el interior de su compañera. El fondo grisáceo plano sobre el que cuelgan las zapatillas, neutro y sin otros elementos que despisten la atención de espectador, favorece la aprehensión visual de lo representado; el contemplador de la obra se centra en ello de forma absoluta y directa. Las zapatillas reposan en silencio a la espera gozosa de que su dueña bailarina las calce con dulzura y les imprima dinamismo y fantasiosos vuelos.



Molinillo y café. Maite Osés. Óleo sobre tabla. ( Foto de Jesús Díaz).
Apreciamos en la imagen un óleo con la bella representación de un molinillo antiguo de café y un montoncillo de granos a su lado. Probablemente se trata de los molinillos que los hermanos Peugeot (los fabricantes de coches franceses) produjeron y comercializaron desde mediados del siglo XIX hasta aproximadamente los años 60 del siglo XX. Es un molinillo cúbico con caja de madera y algunas partes metálicas, manivela, bombín superior, etc. Maite ha representado el molinillo en perspectiva oblicua caballera, con cierto picado, lo que otorga al objeto marcada volumetría y cierta profundidad. El realismo del molinillo y del café, intensificado por el preciso dibujo, contrasta con el entorno en el que se halla, neutro y de pincelada suelta y corta, casi de técnica impresionista. El colorido cálido de tonos fuego unifica el conjunto de la representación y afecta tanto al molinillo como al espacio impreciso en que se halla, quizás una mesa, quizás un rincón diédrico, pues percibimos en segundo plano una leve línea diagonal difuminada que parte de la derecha, según observa el espectador, y asciende hacia la izquierda. Los granos amontonados y el café que intuimos ya molido en el interior del molinillo emanan un intenso aroma que acaricia, osado y audaz, el olfato del espectador.





Perchero con ropa. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés). Apreciamos en esta imagen otro bodegón caracterizado por su simplicidad de elementos, su austeridad y su sobriedad elementos todos ellos acentuados por el entorno o fondo neutro grisáceo en el que se representa el perchero, fondo similar al del cuadro anteriormente analizado "Zapatillas de bailarina". Da la sensación, por las prendas que cuelgan del perchero de madera, que estaríamos ante una imagen propia de la segunda mitad del siglo XIX o principios del XX en época primaveral-estival, característica de la burguesía del momento. Las prendas que cuelgan del perchero son ligeras, aparentemente de lino, al igual que los dos sombreros, y la sombrilla también tiene aspecto de esa época. El perchero tiene un pie trípode curvilíneo sujeto mediante un aro de madera en posición horizontal y un fuste vertical. Tanto en la parte media del fuste como en la parte superior muestra piezas curvilíneas que se despegan elegantemente y de forma ondulada para el cuelgue de las prendas. A pesar de que la pintora no ha representado elemento espacial arquitectónico alguno, el prechero lo percibimos bien asentado en el suelo. Recuerda esta técnica a algunos cuadros de Velázquez, por ejemplo a su famoso "Pablillo de Valladolid", bufón de la Corte de Felipe IV que el pintor sevillano pintó en 1633 y que se conserva en el Museo del Prado. Velázquez representa al bufón erguido sobre un fondo neutro, dando como única referencia espacial la breve sombra de las piernas del personaje. Algo similar hará Edouard Manet, admirador de Velázquez, en su obra El Pífano, pintada en 1866 y conservada en el Museo de Orsay, en París.



Candado en grises. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Maite Osés). En esta pintura monócroma Maite representa un candado situado en un ángulo diedro en gradación de grises. Prácticamente es una grisalla, una pintura a un solo color que jugando con sus diversas tonalidades permite la representación  relivaria o escultórica. Si en el cuadro anterior la pintora prescindía absolutamente de cualquier referencia espacial, en éste recurre a una angulación de planos, suelo y paredes de una habitación, de forma simple. Incluye la sombra del objeto representado, proyectada sobre la pared por un foco luminoso procedente de la izquierda según observa el espectador. De forma muy leve, apenas perceptible, Maite parece incluir alguna tonalidad tenue de amarillos y ocres, especialmente en las paredes verticales. El candado se ha representado erguido, apoyado en la pared y con su puente de cierre abierto. Muestra la llave metida en la cerradura, y por su aspecto parece de metal y de cierta antiguedad.

B) ACUARELAS.

- ESCENAS DE GÉNERO/COSTUMBRISTAS.


Club de Caballeros Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Esta pintura imita el cuadro de Jeff Williams titulado "Gentlemen´s Club"(Club de Caballeros). Jeff Williams es un artista actual norteamericano de Atlanta, caracterizado por su gusto por el "Art Decó", arte propio del periodo de entreguerras (años 20 y 30 del siglo XX, los denominados"años locos", la "Belle Epoque"). El Art Decó abarcó todos los campos del arte y fue influido por el Modernismo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, por las Vanguardias (cubismo, futurismo, constructivismo), por las artes prehispánicas (arte azteca, maya, inca), por las artes africanas, etc. La culminación del Art Decó, muy inclinado al decorativismo más que a la funcionalidad, al diseño, a lo lujoso, etc. fue la exposición  de Artes Decorativas de París de 1925. El término Art Decó se acuñó en la exposición retrospectiva sobre artes decorativas celebrada en Paris en 1966. Como vemos en la acuarela que nos muestra Maite, predominan aspectos como el mundo moderno, la elegancia, el glamour, la sofisticación (todo ello como evasión y olvido del gran drama que supuso la Primera Guerra Mundial), la simplicidad, los trazos geométricos en mallas de triángulos, rombos, polígonos, los colores vibrantes y simples, la exhibición de la moda de la época tan característica, trajes, esmoquin, sombreros de copa, bigotes, en los hombres, y en las mujeres sombreros ajustados a la cabeza, vestidos entubados de seda, brillantes y que permiten enseñar las piernas, como señal de una mayor liberación de la mujer, que además fuma como el hombre, etc. Es la época en Estados Unidos del baile "Fox Trot" y del Jazz.


Caballeros fumando y bebiendo. Detalle. Maite Osés. Óleo sobre lienzo. (Foto de Jesús Díaz). Maite incluye algunos toques de color amarillo que no aparecen en la pintura original de Jeff Williams, como por ejemplo en el monóculo del personaje central, en las copas, etc. Predominan los colores grises, negros, azules,  blancos (fondo sin pintar del papel de soporte), violetas, amarillos (nuevamente violáceos y amarillos como colores complementarios).

- PAISAJES.




Casas rústicas en la sierra de Cameros (La Rioja). Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés). Hermosa pintura de acuarela donde se representan  unas casitas de arquitectura tradicional adosadas unas a otras adaptándose a la irregularidad del terreno, incluso aprovechando la propia roca natural para su alzado. Es precisamente la falta de regularidad racionalista de sus formas, junto con las pautas ancestrales de construcción (muros de maderos y mampostería, ladrillo, disposiciones arquitectónicas angulares) lo que otorga belleza a esta imagen. Predomina en estas casitas la verticalidad sobre la horizontalidad, se abren sus muros mediante  pequeños vanos adintelados, los tejados de escasas dimensiones se inclinan a una sola vertiente, las escaleras salvan diferencias de nivel del terreno quebrado y anfractuoso. La portada principal de la casa de primer término es adintelada y queda protegida por un leve tejaroz, frente a ella se despliega un breve espacio en inclinación delimitado por pilarcetes de construcción cuadrangulares, unidos mediante maderos horizontales, y una barrera metálica de barrotes rectilíneos y sigmoidales. En el ángulo inferior izquierdo observamos la estrecha calle que asciende pavimentada con adoquines de piedra lamiendo las bases irregulares de las edificaciones. Predominan en la acuarela los colores grisáceos con algunos toques rojizos y verdes de la vegetación que brota entre los intersticios de la piedra.


Casas rústicas en la sierra de Cameros (La Rioja). Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés). Es una imagen similar a la anterior en la que apreciamos un rincón peculiar de fuerte sabor rural. Una callecita ascendente en escalera apenas separa las construcciones arquitectónicas laterales que casi se unen en los pisos superiores. Predominan en la imagen  la sabrosa irregularidad de las formas constructivas y urbanísticas, la absoluta adaptación de las casas y vías al terreno abrupto y escabroso, la estructuración arquitectónica de las casas mediante grandes maderos verticales, horizontales, oblicuos, que generan vanos rellenados con ladrillo, manpostería, revoque, la apertura escasa de vanos generalmente adintelados y a veces enrejados, un laberinto de formas con perfiles quebrados e irregulares que confieren a los edificios una seducción visual irresistible de lo antiguo y ancestral. La acuarela con sus toques de color transparentes, aguados, diluidos, difusos, con su degradación cromática, es una técnica pictórica propicia para captar la esencia de estos bellísimos rincones paisajísticos.



Rincón rural. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Sencilla y hermosa vista de  un rincón de pueblo en el que apreciamos un corto trayecto de calle en perspectiva, flanqueado por casas de escasa altura, dos plantas, zócalo de piedra, muros revocados, y cubiertas con teja; al fondo vemos otra casa de marcada horizontalidad, con una escalera pronunciada,  que delimita probablemente el trazado de otra calle perpendicular. En general los vanos son adintelados, salvo una amplia portalada de medio punto y algunos muestran balcones y rejería; un árbol de verde fronda se yergue al fondo combinando el con junto representado el arte del hombre (la arquitectura y urbanística rural en este caso) y el arte de la propia Naturaleza.


Rincón rural. Detalle. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Obsérvese las suaves tonalidades grises, azuladas y sienas de los muros,  el puntillismo postimpresionista con que Maite ha representado el árbol del fondo mediante toques verdes, amarillentos y rojizos y las pinceladas multicolor,  rápidas y sin detallismo y con predominio de los rojos, con que ha resuelto la representación de los tejados. El blanco de fondo del papel de soporte y la transparencia de los colores de acuarela otorgan luminosidad y claridad a estos cuadros, que rezuman, optimismo, vitalidad y alegría de vivir con gozo e intensidad.


Población con iglesia. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Vemos en esta obra la representación abierta de una plaza, o tal vez del dilatado espacio de intersección de dos calles de una ciudad y los bellos edificios de arquitectura civil  y religiosa que flanquean y conforman dichas calles y el urbanismo de la zona. A la izquierda, según observa el espectador, vemos un edificio pétreo con señorío y distinción que parece ser un edificio público de arquitectura clasicista. Muestra un zócalo sobre el que se levantan dos plantas separadas por cornisas salientes; ambos pisos se abren de forma regular mediante grandes ventanales adintalados verticales. Al otro lado de la calle vemos lo que parece ser una iglesia con su alta torre campanario en la que confluyen dos potentes contrucciones de dos plantas, con vanos de medio punto en la inferior y vanos adintelados en la superior. La torre de planta cuadrangular muestra algunos vanos arquitrabados en su cuerpo inferior , y óculos y arcos de medio punto para las campanas en la superior. Se cubre con un tejadillo piramidal a cuatro vertientes y culmina en  un pararrayos. La construcción que se halla a la derecha de la torre  se prolonga de una forma bellísima mediante casas de estrecha y colorística fachada y al menos dos plantas que en su parte inferior muestran hermosos porches columnados. Varios árboles dispersos, de recio tronco y frondosa copa de tonalidades ocres, rojas y amarillas, nos revelan que estamos en época otoñal. A diferencia de los paisajes anteriores pintados en acuarela, el que ahora nos ocupa se caracteriza  por su apmplitud espacial

 


Población con iglesia. Detalle. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). En esta foto parcial de la acuarela vemos el edificio civil que con empaque y magnificencia se sitúa a la izquierda de la imagen. Uno de los vanos superiores se muestra cegado. Al fondo percibimos la iglesia con sus vanos levemente apuntados en la planta inferior y los adintelados en la superior. Junto a ambos edificios vemos los robustos árboles de fronda dorada


Población con iglesia. Detalle. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Vemos en esta imagen la parte alta de la torre con vanos adintelados  en el cuerpo intermedio, que se alza sobre el zócalo ciego, óculos con enmarques curvilíneos  superiores a modo de guardalluvias en el cuerpo siguiente, y como coronamiento observamos el cuerpo de campanas, cuadrangular con sus caras abiertas mediante grandes arcos de medio punto  que guarecen las campanas.


Detalle de casa rústica. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Vemos un bellísimo fragmento de tejados y muros acodados con ventanas en una vivienda rural. El tejado más elevado desciende por su vertiente izquierda en forma diagonal permitiéndonos ver un trozo de cielo azul; su alero nos muestra la línea exterior de tejas y el larguero de madera que lo sostiene recortándose en el diáfano azul; bajo él se cobijan tres ventanucos, uno en el muro frontal y otros dos, más desvahídos y nebulosos, en el muro angular de la derecha. El vano frontal, de blancura inmaculada, queda delimitado en su verticalidad por recias tablas marrones que disminuyen su altura a la vez que lo hace el muro hastial. Bajo estas ventanas se despliega otro tejadillo que se viene inclinado hacia nosotros y que vemos casi en su integridad. Maite ha delineado con dibujo preciso las tejas y su disposición un tanto irregular. El colorido es majestuoso, apreciamos una mezcla admirable de infinitos tonos blancos, negros, pardos, rojos, dorados, etc. que dan a la acuarela una potente belleza; incluso vemos algunas hierbas que crecen al amparo de la humedad y el humus que se va acumulando en los tejados con el transcurso del tiempo y la desidia en su mantenimiento; también apreciamos varias tejas de tono rojizo bajo el alero, a la espera de su utilización ante posibles goteras. Obsérvese también la disposición tradicional de las tejas (ímbrices sobre tégulas, aunque todas las tejas, las de cama y las de cubrición tienen en este caso el mismo formato clásico curvilíneo, como es tradicional en Améscoa).



Nacimiento del Río Urederra. Cascada. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Vemos en esta acuarela el lugar más fotografiado del Nacedero del río Urederra en las faldas de la sierra de Urbasa. El agua desciende vertiginosa, entre rocas tapizadas de musgo, en forma de cristalina cola de caballo derramándose presurosa en la primera poza del cauce del río que acaba de nacer. Esta poza queda delimitada por grandes rocas de superficie redondeada y pulida que canalizan el primer flujo, aún desorientado, del recién nacido



Paisaje con arbolillos, camino y río. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Vemos cómo la acuarela es una técnica muy agradecida. Con simplicidad de elementos compositivos logra estimular de forma poderosa la satisfacción y complacencia visual. Un camino y un riachuelo que parten desde el primer plano y se alejan en perspectiva de forma paralela, unos arbolillos creciendo aún en su adolescencia, a la vera del sendero, unos campos de verde vegetación tapizando la tierra Madre, y una línea de horizonte a mitad de cuadro que permite disfrutar de un amplio cielo gris y blanquecino con atisbos azulados y rojizos.



Paisaje con arbolillos, camino y río. Detalle.  Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz).



Paisaje con río, ribera y arboleda en lontananza. Imagen tomada de paisajes de National Geographic. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés). También en esta acuarela se confabulan la simplicidad y la belleza. Apreciamos un río que surge amplio desde el primer plano y discurre en perspectiva hacia el fondo, hacia el bosque de oscura fronda que perfila la línea de horizonte situada a media altura del cuadro. El cielo, preñado de nubes grises cargadas de lluvia ansiosa de besar la tierra y de nubes rojas, incandescentes por los últimos rayos de sol vespertinos que recogen Febo y Apolo, se refleja tímidamente en las tranquilas aguas del río que discurren cansinas siguiendo los suaves meandros del cauce. Maite ha mezclado colores cálidos, especialmente rojizos, ocres, amarillentos, y fríos, grises y azulados. Es un cuadro que invita a la serenidad, al reposo de espíritu, al goce tranquilo de la existencia.



Paisaje con río, árboles secos, frondosos y montañas. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Nuevamente Maite recurre como elemento de perspectiva a un río que parte desde el primer plano y se aleja serpenteando, manso y sosegado, hasta perderse  entre las altas montañas del fondo que apenas dejan vislumbrar un fragmento de cielo. Parece como si el espectador recorriera el curso del río desde una barca situada en su posición de observador, un recurso hábil para implicar al espectador en el propio cuadro, para  fusionar el espacio ficticio del cuadro y el espacio real en que se sitúa el contemplador del mismo.



Paisaje con lago, bosque y montañas. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés). En este caso el marco de la obra es previo a la acuarela. La pintura se adaptó al formato horizontal, apaisado, del enmarque. Maite representa una laguna que parte desde el primer plano y se extiende de forma curvilínea hasta el bosque central longilíneo que marcaría la línea del horizonte si no fuera por las zonas boscosas finales representadas en perspectiva aérea, que apenas percibimos por su aspecto nebuloso y azulado que casi se confunde con el cielo. Maite en un alarde de simplicidad y minimalismo utiliza el propio color blanco del soporte de papel, sin apenas pintar,  para representar el agua y el cielo.



Portada pétrea de medio punto con puerta tradicional. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). En esta acuarela Maite representa una portada de medio punto, de piedra,  probablemente de época renacentista o barroca, que exhibe potentes dovelas en forma de cuña en el arco y grandes sillares de desigual factura en las jambas. La dovela clave se ha hundido levemente lo cual acentúa el aspecto rebajado del arco. Una puerta de madera tradicional de grandes y recias tablas que cobija en su centro otra puerta más pequeña, cierra la portada. No es la clásica puerta de dos hojas, una de ellas con ventanillo, que vemos con frecuencia en Améscoa. Contrasta el intenso color verde de la hierba que observamos en primer plano, con los colores contenidos y apagados, grises, ocres, marrones, etc. que percibimos en la piedra mural y en la madera de la puerta.



Ventana de casa rústica con barrotes. Maite Osés.  Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). En esta acuarela vemos  un muro de mampostería de piedras irregulares en cuyo centro se abre una ventana adintelada, casi cuadrada. Su enmarque es de madera trabajada con cierta tosquedad. Tres barrotes verticales y uno horizontal impiden el acceso a los amigos de lo ajeno y protegen el interior del edificio. En la blancura del cristal parecen reflejarse fragmentos de naturaleza, si el muro que vemos es exterior, aunque también podría representarse un muro interior, de una chabola por ejemplo, a través de cuya ventana vemos, de forma furtiva, el verde paisaje exterior. El colorido es muy variado y sugerente.

- MARINAS.



Marina. Barcas amarradas en puerto. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Maite ha representado tres pequeñas barcas de madera amarradas en puerto con leves cordeles. Las tres se disponen paralelas reflejándose su imagen, difusa y teñida de matices multicolores,  sobre las tranquilas aguas del mar. Se han representado en suave composición diagonal, al igual que el puerto, lo cual contribuye a conferir cierta profundidad a la escena. Solo se diferencian por el colorido vivo e intenso que impregna su piel, como gusta a la autora; naranjas, azules, verdes, violetas, muestran su fulgor de forma esplendorosa. La quietud y calma de las barcas reposando somnolientas sobre el espejo azulado,  invitan al sosiego, a la placidez serena, al disfrute moroso de la vida. La línea del horizonte se ha representado muy elevada, apenas apreciamos el cielo,  y queda delimitada por el perfil casi  horizontal, salvo leves caprichos irregulares, de la cadena montañosa del fondo. No es extraño que la placidez y calma que rezuma la representación haya adormecido a la poderosa montaña apaciguando sus formas escarpadas y abruptas. Quizás tras la siesta el dios Neptuno se desperece y las aguas indolentes se transformarán en olas tumultuosas amenazando a las frágiles barquichuelas y encrespando las crines de la montaña dormida.



Marina. Barcas amarradas en puerto. Detalle. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Colores limpios, transparentes y gratamente chillones alegran nuestra mirada, dilatan nuestra pupila, y llenan de esperanza e ilusion nuestra alma y nuestro corazón e impulsan la barca  de nuestra vida por rumbos de alegría y felicidad. Este arrebato colorista recuerda en cierta manera al movimiento fauvista de las primeras vanguardias del siglo XX, en torno a 1905 con el Salón de Otoño de ese año en París. Henri Matisse con su colorismo provocativo fue el pintor principal de esa corriente pictórica. El color tenía la primacía sobre el dibujo; dos grandes genios artísticos abanderaron ambas tendencias a principios de siglo, Matisse con el color y Picaso con el dibujo.

- NATURALEZA MUERTA/BODEGÓN.

Maletas superpuestas. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Esta sugestiva pintura de dos maletas, un maletín, un bolso y un libro antiguos, situados en primer plano en composición piramidal y ante un paisaje cautivador de fondo dorado, que otros artistas han representado en variantes similares, es una incitación  visual al viaje, al ocio, a las vacaciones despreocupadas lejos del entorno habitual, es una invitación a huir de lo acostumbrado, de lo cotidiano y monótono que constituye nuestra existencia y es, quizás, una aproximación, más mental y espiritual que fáctica, a los Dorados que pueblan nuestra fantasía, Dorados que con frecuencia pierden gran parte de su seducción cuando  pretendemos acercarnos a ellos y saborearlos. La imagen derrocha colores cálidos y acogedores, en infinidad de matices, amarillentos, rosáceos, sienas, ocres, colores que en conjunto armonioso parecen simbolizar la felicidad, la placidez vital perpetua e inmarcesible. Parece representarse la entrada al Paraíso Perdido que bulle en nuestra memoria, lleno de nostalgias y de añoranzas, de sueños y deseos, parece representarse la entrada al  Edén primigenio que quizás perdimos al nacer y que probablemente retomaremos gozosos al morir.



Maletas superpuestas. Detalle. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Las maletas que observamos en la imagen son típicas de hace décadas, se han colocado de forma escalonada, disminuyendo su tamaño conforme ascendemos en altura, mostrando sus característicos angulares protegidos, reforzados, luciendo etiquetas adheridas, apenas legibles,  que evocan seguramente lugares de ensoñación para el imaginario colectivo; en una de ellas apreciamos un trasatlántico como paradigma vacacional, también en épocas pasadas.


















Bodegón de frutos secos. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). Vemos en esta pintura de Maite un puñado de frutos secos, en leve composición triangular,  una nuez como vértice de la misma, y ocho avellanas y ocho almendrucos escoltándola en desorden cuidadosamente ordenado.  Nuevamente  la autora ha pintado  un cuadro sobrio, austero, sin elementos añadidos que dispersen la atención del espectador; un fondo tenuemente azulado acoge a los frutos cual tálamo hospitalario.



Bodegón con frutos secos. Detalle. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). El dibujo delimitador de los frutos se ha perfilado con pincelada oscura al igual que las irregularidades de las duras cáscaras. El color contenido y severo se limita a tonalidades marrones más intensas en las avellanas y levísimos matices grises, azulados, violáceos, apenas perceptibles en la nuez y las almendras.



Silla de cabalgar. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). En esta imagen apreciamos en primer plano, sin apenas entorno envolvente, una elegante silla de montar a caballo colocada sobre una estacada o valla de madera. Muestra sus diversas partes, asiento, cojines, faldones, sudaderas, estribos, charnelas, latiguillos, correajes, etc. Está dispuesta y a la espera de ser colocada sobre el lomo del animal que seguramente se halla en las proximidades, presto a ser conducido por el jinete. El dibujo perfila con cierta precisión las distintas partes de la montura y los diferentes campos de color de la acuarela, marrones, azules, grises, amarillos.



Nenúfares. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz).  Ya Claude Monet, pintor impresionista fallecido en 1926 en Giverny, localidad francesa de la Alta Normandía, fue seducido por la belleza de los nenúfares, flores de agua que él mismo tenía en el jardín de su casa en dicha localidad y que pintó con insistencia en los últimos treinta años de su vida, culminando en los lienzos de ninfeas que se conservan en el Museo de L´Orangerie, en París. Tanto por su colorido, belleza, variaciones cromáticas en función de la luz solar, suave movimiento por mecerse en las aguas, la pintura de nenúfares es un tema que por lógica tenía que fascinar a los pintores impresionistas cautivados por la pintura en exteriores, por el cambiante y fluctuante aspecto de la naturaleza, por la atmósfera vibrante, por la captación del reflejo de la luz en los objetos, etc. tendencia ya iniciada hacia 1830 con la Escuela paisajista de Barbizón en Fontainebleau. El pintor impresionista que gusta de la técnica rápida y sin retoques,  capta más el proceso, el devenir, el objeto en cambio y movimiento afectado por la luz que el Ser fijo y concreto de las cosas. Los nenúfares de Maite que nos miran en primer término, son más realistas, apreciamos con nitidez la forma de sus pétalos fucsia y  los estambres de oro que se alzan en el centro de las flores; no obstante la luz modifica el color de algunos pétalos transformándolos en tenues rosas y blanquecinos. Las aguas del estanque se han representado de forma difusa y diluida, en visión más próxima al impresionismo, aunque no en tipo de pincelada, aquí extendida por la propia técnica al agua de la acuarela, y no en trazos cortos y yuxtapuestos como caracteriza a aquella corriente pictórica de finales del siglo XIX. Aunque los nenúfares suelen mostrar grandes hojas verdes redondeadas flotando sobre las aguas, Maite ha prescindido de ellas aunque por los tonos verdosos se intuyen sumergidas, a punto de emerger de las aguas estancadas.


Caléndula. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Jesús Díaz). La caléndula es una flor de vistosos colores cuyo nombre deriva al parecer de las calendas romanas, el primer día de cada mes, queriendo mostrar la gran floración de esta planta. Sus flores suelen ser amarillas o anaranjadas y muestran pétalos ovales, lanceolados, de forma similar a las margaritas, que de forma altiva y ordenada escoltan al centro de oro colmado de estambres amarillos. Ya se conocía y utilizaba como planta curativa e incluso para elaboración de tintes, al menos desde época egipcia. Maite nos muestra una flor de tonos ocres-anaranjados en primer término esculpiendo su bello perfil en un fondo sugerente de bellos y levísimos tonos aguados violáceos, azules, verdes.

- OTROS. ARTE NEO-BRUTO.



Manolito, personaje infantil. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés). Las cuatro acuarelas que incluimos a continuación las ha pintado Maite inspirándose en colchas para camas de niños. Los cuatro personajes representados, dos niñas y dos niños (Manolito, Violeta, Dulce, Tobi) muestran un dibujo propio de edades infantiles, por ello evocan estos cuadros al denominado en el siglo XX "Arte Bruto", acuñado por el pintor francés Jean Dubuffet (1901-1985). Se refería este pintor al arte realizado por personas no profesionales especialmente niños, prisioneros, dementes. Dubuffet formó su propia colección de este tipo de arte incluyendo a artistas tales como Aloïse Corbaz, Alfredo Pirucha y Adolf Wölfli, entre otros. Este arte se basa principalmente en iconografías elementales, simples, pueriles, libres de preocupaciones intelectuales. Una de sus vertientes incluye figuras morbosas, deformes, grotescas, a menudo crueles, seres infrahumanos, vertiente que no se concilia evidentemente con la imágenes amables, risueñas, propias para decorar espacios infantiles que ha pintado Maite.



Violeta, personaje infantil. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés). Como observamos en la imagen el dibujo es simple, propio de niños; la figura de la niña Violeta se compone de elementos geométricos sencillos, círculos (cabeza, orejas, perrillo), rectángulos (cuerpos, brazos, piernas-pies), óvalos ( margaritas del vestido), puntos o breves rayas (ojos, nariz, boca); la composición carece de complicación, sin considerar aspectos de modelado, perspectiva, pues el personaje se representa de forma lineal ante un fondo neutro, en este caso color salmón. El cromatismo es vistoso, llamativo, alegre, como corresponde a un espacio infantil, recordando en cierta manera ese gusto por el colorido al fauvismo de principios del siglo XX, aunque ese colorido no es provocativo como en esa corriente vanguardista, sino suave y acogedor, adecuado para un ámbito de niños.



Dulce, personaje infantil. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés). Con características similares ha pintado Maite a la niña Dulce, variando el colorido, fondo azul en armonía con rojos, violetas y marrones. Al igual que sus tres compañeros se ha representado en posición erguida y frontal y  sus carrillos se han pintado con intensos pompones rosáceos.


Tobi, personaje infantil. Maite Osés. Acuarela. (Foto de Maite Osés). Si Violeta estaba acompañada de un perrillo y Dulce de unas flores, Tobi,  tiene a sus pies un cochecito, y al igual que Manolito abre sus brazos y piernas de forma dinámica frente a la disposición de Violeta y Dulce que muestran una gestualidad corporal más contenida.  El fondo que Maite ha escogido para esta acuarela es amarillo vistiendo el niño una camiseta de bandas azuladas.

C) PINTURA ACRÍLICA.

- Díptico y Tríptico abstractos.



Díptico abstracto en grises y granate. Maite Osés. Pintura acrílica sobre tabla y fragmentos de madera pegados. (Foto de Jesús Díaz). Aunque en sentido estricto no es un díptico, puesto que no pueden plegarse sus dos hojas en  forma de libro, en sentido amplio podría considerarse como tal por tratarse de dos piezas similares vinculadas. Evoca esta obra a la creada por las vanguardias europeas de principios del siglo XX, en concreto a la obra de Kasimir Malevich y a su pintura Suprematista, corriente artística por él fundada y cuyo manifiesto  salió en 1915. Y recuerda también al Constructivismo ruso, surgido en esos años. Se trata una obra de abstracción geométrica compuesta por círculos de color granate y rectángulos blancos sobre fondo gris. Los colores son planos y es patente el contraste, no solo cromático sino también de líneas rectas y curvas como atractivo visual. Incorpora la obra cuatro tablillas verticales pegadas, muy estrechas y longilíneas que rompen la estricta bidimensionalidad de la pintura.



Tríptico abstracto en azules y colores fuego. Maite Osés. Pintura acrílica sobre tabla. (Foto de Maite Osés). Como en la obra anterior sensu stricto no puede considerarse un tríptico , pues las dos partes laterales no pueden plegarse sobre la central, pero sensu lato si podemos hablar de tríptico. Es una obra en la que predominan los colores fríos, especialmente el azul y el violeta en infinitas variantes tonales, levemente atemperadas por brochazos cálidos, amarillentos y rojizos, de trazo rápido y enérgico . Una apertura visual al inmenso cielo azul, al Cosmos eterno e infinito en continua formación y cambio. Una visión propia del Universo seguramente diferente para cada espectador, para cada estado anímico, para cada momento.

D) COLLAGES.

- Tríptico musical.

Tríptico "En torno a la música". Maite Osés. Collage de trozos de papel encolados y pintura al óleo. (Foto de Maite Osés). La técnica artística del Collage surge como tal con las primeras vanguardias artísticas del siglo XX. Se duda de si fue Pablo Picaso o su amigo Georges Braque quienes en 1912 iniciaron en Paris, en plena efervescencia creativa, esta variante artística. El Collage consiste en ensamblar elementos de procedencias diversas, y generalmente en forma de fragmentos encolados, en una obra unitaria; fotografías, trozos de madera, piel, trozos de periódicos, revistas, objetos de uso cotidiano de lo más variado, se unen conformando una obra unificada. En el tríptico musical que Maite ha elaborado se ha utilizado como fondo de los tres cuadros papeles diversos encolados, en general referentes a la música, fragmentos de textos de periódicos, trozos de partituras con pentagramas variados, etc. Incluso ha incluido algún texto en idioma oriental. Sobre esos fondos Maite ha pegado papeles pintados con músicos tocando un instrumento e instrumentos musicales aislados. En el primer cuadro del tríptico ha incorporado un piano de cola negro y una trompa o quizás un bombardón; en el segundo un saxofonista tocando ese instrumento y un saxofón en el ángulo inferior derecho y en el tercero la pintora ha incluido un músico tocando el contrabajo y, como instrumento aislado,  una corneta-trompetilla en el ángulo superior derecho. 


Tríptico "En torno a la música". Detalle de personajes tocando el saxofón y el contrabajo. Collage de papel y pintura al óleo. (Foto de Maite Osés). Los fondos de los cuadros son de cromatismo contenido, con algún fogonazo pictórico de verde intenso. Los dos músicos, representados con rasgos sumarios en plena acción musical,  visten trajes blancos impolutos y los instrumentos musicales exhiben su colorido habitual, dorados en los instrumentos de metal, color madera en el contrabajo y negro en el piano.


Tríptico "En torno a la música". Detalle de personaje tocando el saxofón. Collage de papel y pintura al óleo. (Foto de Maite Osés). El músico saxofonista de flequillo-visera y dibujo sumario se ha representado erguido y de perfil  tocando el saxofón de forma embebida y dinámica. La silueta-perfil del personaje se ha marcado con grueso trazo negro, al igual que el de los dos saxofones representados. La pincelada es densa y visible.



















Tríptico "En torno a la música". Detalle de personaje tocando el contrabajo. Collage de papel y pintura al óleo. (Foto de Maite Osés). El músico representado en este cuadro aparece en posición frontal acariciando el puente y las cuerdas de su voluminoso instrumento , el contrabajo, en plena actuación musical. Ha incluido la pintora trozos de periódico pegados en el propio contrabajo y ha prescindido  de rasgos faciales y de detalles anatómicos de relevancia en el músico representado, al igual que veíamos en el saxofonista del cuadro anterior.

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