miércoles, 15 de julio de 2009

34) Larraona y la Cueva de los Cristinos.


Cueva de los Cristinos. Gran sala interior del lago con espeleotemas columnarios. (Foto de Javier Díaz).

Cueva de los Cristinos.Vista general del lago interior. (Foto de Iván Martín. Autorización expresa del fotógrafo).



Cueva de los Cristinos. Detalle de formación cálcica. (Foto de Jesús Díaz).


Cueva de los Cristinos. Espeleotemas cálcicos. (Foto de Jesús Díaz).



Cueva de los Cristinos. Formación cálcica en el fondo del lago y ondas provocadas por la caída de gotas sobre la superficie de agua. (Foto de Jesús Díaz).

LA CUEVA DE LOS CRISTINOS EN LA SIERRA DE LIMITACIONES DE AMÉSCOA EN EL PARQUE NATURAL DE URBASA Y ANDÍA.

1) INTRODUCCIÓN.
2) CAMINO DESDE LARRAONA HASTA LA SIERRA.
3) ENTORNO DE LA CUEVA DE LOS CRISTINOS.
3) INTERIOR DE LA CUEVA DE LOS CRISTINOS.

1) INTRODUCCIÓN.

El Parque Natural de Urbasa-Andía en Navarra incluye no sólo las sierras de Urbasa y Andía en sentido estricto sino también el Nacedero del río Urederra y la sierra de Limitaciones, sierra que con una extensión de bosques y rasos de 5.178 hectáreas pertenece en propiedad común y privativa a las once localidades de las Améscoas, propiedad ya reconocida en 1412 por el rey de Navarra Carlos III "El Noble".  El 14 de febrero  1411 este rey a raíz de los litigios existentes entre pastores de Tudela y vecinos de los valles de Améscoa y Arana (actual Améscoa Alta), ordena llevar a cabo en la meseta de Urbasa un amojonamiento que establezca de forma nítida los límites entre la zona de la sierra propiedad de los valles (monte de Limitaciones), y la zona de la sierra perteneciente al Rey. La sentencia fue pronunciada en Gollano el 2 de julio de 1412 y supone un reconocimiento de la Corona de Navarra del derecho de propiedad que los valles tenían desde tiempos inmemoriales sobre el monte de Limitaciones, sentencia que posteriormente será refrendada por otros monarcas del reino navarro.

La sierra alavesa de Encía y las sierras navarras de Urbasa, Andía y Limitaciones, constituyen una unidad geológica. Son formaciones físicas naturales correspondientes al periodo kárstico que contienen numerosas simas y cuevas (más de doscientas documentadas por la Institución Príncipe de Viana en lo que atañe a Navarra) que suponen un goce y un aliciente para los amantes de la montaña y de la espeleología.

Es precisamente en la sierra de Limitaciones, en el conocido como raso de Ustalaza, próximo a Larraona, población más oriental de los valles amescoanos, lindante con Alava, donde se halla la denominada "sima o cueva de los Cristinos" .

Aunque la cueva, como el resto de la sierra de Limitaciones, pertenece por igual a todos los amescoanos, por su cercanía a Larraona y por ser de esta bellísima población quien esto escribe, me permitirán los lectores, y en especial mis paisanos amescoanos,  la pequeña licencia de relacionarla más íntimamente con dicha localidad y de acompañar hasta la misma al lector-visitante desde su bello núcleo urbano.

No hay evidencias de que la sima de los Cristinos fuera una cueva rupestre en época prehistórica. Según se dice pudo servir en épocas pasadas como refugio, como cárcel natural, como almacén de armas y municiones durante las guerras, como cementerio de fusilados, etc. Durante la primera guerra carlista el general Zumalacárregui tomó como base de operaciones el valle de las Améscoas ( se le conocía como "el lobo de las Améscoas", o "el águila de San Martín") y los generales liberales ("cristinos") (1) intentaron derrotarlo sin demasiado éxito en su propio territorio. Quizás la cueva pudo ser usada como cobijo,  cementerio,  cárcel,  para soldados "cristinos" y de ahí su nombre. También durante la guerra civil española de 1936 numerosas personas fueron retenidas en cuevas de la sierra, otras lanzadas a las simas vivas o fusiladas, algunas de ellas, como la de Otxaportillo, tienen un monolito que recuerda estos luctuosos sucesos. Tal vez con anterioridad a las guerras carlistas el nombre de la sima estuvo en relación con el término euskérico de "Ustalaza", bello paraje en el que se halla.

El acceso a la cueva es libre y no está restringido por control alguno. El descenso escalonado a su interior no es excesivamente peligroso, aunque hay que realizarlo de forma prudente y segura por lo que conviene visitarla con alguien que la conozca. El servicio de turismo de Améscoa ofrece visitas guiadas, especialmente en las estaciones de buen tiempo.

En su espléndido interior podemos deleitarnos con diferentes elementos de potente atractivo, un impetuoso riachuelo en su misma entrada,  una gran sala interior amplia y hermosa con un lago de aguas azules, numerosos espeleotemas cálcicos formados durante años por las filtraciones de agua desde el exterior, estalactitas, estalagmitas, columnas,  y formaciones rocosas fantásticas que inflaman la imaginación popular asignándoles nombres sugerentes como "confesionarios de las brujas", "la virgen con el queso", "el pozo de la sal", "el león", "el payaso", "los pingüinos", etc.
Para quien desee conocer la sima, y en general los numerosos atractivos del valle de Améscoa y de Larraona en particular, existen en las diferentes poblaciones numerosas casas rurales y un hotel para alojarse con comodidad y confort en plena naturaleza. En concreto en Larraona se yergue altiva una hermosa casa rural regentada por Uxua Blanc e Israel Lafuente, que constituye el  lugar de hospedaje más próximo a la cueva.

2) CAMINO DESDE LARRAONA HASTA LA CUEVA.



Larraona. Vista general de la población y al fondo puerto de subida a la sierra de Limitaciones. (Foto de Jesús Díaz). Para acceder a la cueva existen diversas alternativas;  puede hacerse desde la sierra de Encía, en la parte alavesa, desde el puerto de Zudaire a Olazagutía, desviándose al oeste  por la carretera de la sierra de limitaciones, desde los puertos de las diferentes localidades amescoanas, desde la propia sierra de Urbasa, pero  lo más lógico y práctico es acercarse a Larraona, población que vemos en la imagen, y desplazarse desde la misma hasta la sima. Primero es aconsejable  solazarse con las hermosuras de la población, aunque sea exteriormente, iglesia de San Cristóbal, patrón de la localidad, ermita de Nuestra Señora de la Blanca, caserío con numerosos blasones de piedra, fuentes y lavadero, etc. Posteriormente, satisfechas en una primera fase las pupilas y el alma,  iniciaremos gozosos, y andando, la subida desde la población hasta la sierra . En la imagen observamos el trayecto del puerto blanquecino  que discurre de forma oblicua por las aldayas, esto es por las faldas boscosas de la sierra, de derecha a izquierda de la foto. Conforme ascendemos por el puerto podemos disfrutar, a vista de pájaro, de los magníficos paisajes de la población y sus fértiles campos, la imponente mole del monte de Lóquiz al sur, podemos contemplar las enormes piedras que durante los siglos se han desprendido de la cornisa pétrea de la sierra y han quedado fijadas en las laderas y campos de forma azarosa, podemos admirar las peñas de la "Cubila de los lobos", "El Descansadero",  y otras, podemos demorarnos en la fuente del puerto a la sombra de las grandes y frondosas hayas, especialmente si el calor aprieta en plena época estival, etc.

Larraona. "Cubila de los lobos" en el puerto que une la población y la sierra de Limitaciones. (Foto de Jesús Díaz). Dos peñas desprendidas en épocas pasadas de la cresta pétrea de la sierra acabaron uniéndose y apoyándose de forma peculiar formando una cueva con boca de acceso triangular como apreciamos en la imagen. La realidad o la imaginación popular han relacionado esta cubila con un espacio utilizado por los lobos. En muchas de estas rocas crecen en sus instersticios y en las pequeñas oquedades plantas de té apreciadas por los lugareños y visitantes.


Larraona. Peña "El Descansadero" en el puerto que une la población y la sierra. (Foto de Jesús Díaz). Esta enorme roca desprendida seguramente de la cornisa de piedra de la sierra paró y se asentó en este lugar. En su parte inferior vemos una oquedad abierta a modo de cueva que sirve de refugio para las personas, en caso de necesidad,  o para los animales. Algo más arriba vemos otra roca de menor tamaño, una de cuyas caras es usada, por su superficie irregular, para prácticas de escalada "búlder". Obsérverse cómo asciende el camino del puerto, con pavimento de hormigón, y discurre entre ambas rocas, haciendo un giro curvilíneo hacia la derecha. Hayas de verde frondosidad crecen en las zonas más altas de la aldaya, al igual que en la sierra, y recortan su perfil en los cielos azules amescoanos.
Puerto de Larraona a la Sierra de Limitaciones. Roca de prácticas de escalada"búlder". (Foto de Jesús Díaz). Esta roca, a la que aludíamos en la foto anterior, descansa en la parte izquierda del camino del puerto que apenas atisbamos a la derecha de la imagen. Vemos con claridad la superficie rugosa de una de sus caras que sirve a los aficionados a la escalada para practicar y desentumecer sus manos y pies. Larraona se ha convertido en un punto muy atractivo para la práctica de la escalada  de rocas, especialmente en su modalidad "búlder",  prescindiendo de cuerda, arnés, y otros sistemas de autoaseguramiento típicos de la escalada tradicional clásica. Únicamente se requiere colchonetas en el suelo de la roca que se va a escalar, bolsas de magnesio, etc. que sirven para amortiguar las caídas. Incluso los propios compañeros del escalador pueden estar alerta al pie de la piedra para evitar el golpe en caso de caida de quien escala. A diferencia de la imagen anterior, tomada en plena época de exuberancia vegetal, esta foto que ahora consideramos  se ha tomado en época invernal presentando las hayas del entorno sus brazos sarmentosos desnudos y a la intemperie.



Larraona. Vista de la población desde el puerto que conduce a la sierra y a la cueva de los Cristinos. (Foto de Jesús Díaz). Desde la roca "El descansadero" se aprecia esta bellísima imagen, casi en picado, de la población de Larraona rodeada por campos feraces de cereal en pleno crecimiento y bosques de lujuriosa plétora vegetal. Al fondo se levanta altanera sobre una loma al sur de la población la iglesia-fortaleza de San Cristóbal, que desde finales del siglo XII hasta principios del siglo XVI tuvo funciones de defensa militar del reino navarro frente al castellano, además de las funciones de carácter religioso, pues no en vano la frontera de ambos reinos discurría entre Contrasta, población castellana, y Larraona, población navarra. Desde 1512 con la conquista del Reino de Navarra por las tropas de Fernando el Católico y la integración forzosa del viejo reino en la corona castellana, ese límite militar perdió su sentido.

Fuente del puerto con largo abrevadero. (Foto de Jesús Díaz). Prosiguiendo nuestro trayecto a lo largo del puerto llegamos a la fuente  que observamos en la imagen que tiene un gran abrevadero o pila para los animales y un pequeño caño en su extremo oriental. Actualmente, tras las últimas actuaciones municipales, el camino dispone de pavimento de hormigón hasta este punto, quedando ya un trecho no muy largo, con firme de piedra, arena y gravilla, hasta alcanzar la cornisa pétrea  de la sierra y la barrera que nos aboca a la pequeña y coqueta ermita  de San Benito Abad, tan querida y cuidada por los habitantes de Larraona.
Larraona. Ermita de San Benito Abad en las proximidades de la cueva de los Cristinos. (Foto de Jesús Díaz). Una vez alcanzada la sierra desde el puerto de Larraona, y continuando el camino, llegamos a la ermita de San Benito Abad, cuyo pequeño edificio del siglo XVI vemos en la imagen entre bosques de hayas. Observamos en la foto la fachada occidental con una pequeña ventana adintelada y enrejada que ilumina su nave única; a través de ella es frecuente dirigirse al santo con alguna oración y alguna moneda lanzada al pavimento de la ermita. Apreciamos la pequeña espadaña de arco de medio punto, rehecha hace unos años en hormigón,  que culmina en una cruz. Una gran mesa de altar compuesta por tres grandes piedras, dos verticales y una horizontal, al modo de los dólmenes megalíticos prehistóricos, se adaptó en la explanada exterior de la ermita, bajo las hayas, para celebrar misa especialmente a mediados de julio coincidiendo con las fiestas patronales de San Cristóbal de Larraona. El lunes de finalización de las fiestas se sube en romería a la sierra, se celebra misa en la ermita de San Benito Abad, en su honor, y se disfruta del refrigerio, queso, chistorra, vino, etc. con que obsequia el ayuntamiento a los presentes; por la tarde se puede visitar en agradable y tranquilo paseo el próximo y fantástico bosque Artea (hemos incluido una entrada del blog de Larraona sobre él)  y se visita quienes lo desean la cueva de los Cristinos que se halla en lugar cercano.


Larraona. Vista de la población  desde "La peñera" en la cresta de la sierra de Limitaciones. (Foto de Jesús Díaz). Desde la explanada de la ermita de San Benito se puede subir unos doscientos metros aproximadamente por la ladera occidental  hasta alacanzar la peñera de la sierra desde la que contemplamos un bello paisaje, con el pueblo de Larraona al fondo, cual joya preciada rodeada de verde tapiz, la cadena montañosa de Lóquiz como telón de fondo al sur, y en primer término la aldaya de Larraona, esto es las faldas de la sierra de Limitaciones. Si se observa atentamente la foto se aprecia levemente algún tramo del camino del puerto que asciende desde Larraona y que nos ha conducido hasta la ermita de San Benito Abad. Si desde donde estamos ubicados dirigimos nuestra mirada a la derecha veremos el arrogante monte de Morube y su hermano Esquivela, más al fondo,  y el valle de Arana alavés, que geográficamente forma una unidad con las Améscoas. Vemos en la imagen la diadema pétrea longilínea que ornamenta  la sierra de Limitaciones y protege y vigila el valle desde las alturas. La foto se ha tomado en plena estación invernal por lo cual los cerrados bosques de la aldaya y de la sierra muestran sus ramas carentes de hojas, exhibiendo un atractivo color pardo que contrasta agradablemente con el intenso verde de los fértiles campos del valle recién sembrados.


3) ENTORNO DE LA CUEVA DE LOS CRISTINOS.



Sierra de Limitaciones. Raso de Ustalaza en las proximidades de la Cueva de los Cristinos. (Foto de Jesús Díaz). Esta imagen nos permite hacernos una idea bastante exacta de la sierra de Limitaciones compuesta por rasos sin arboleda y frondosos bosques de  esplendorosas hayas en perfecta simbiosis natural. En el raso percibimos tenuemente los límites de las piezas que hace años se cultivaban por los amescoanos, límites formados por paredes de piedra, que a veces se protegían con cesped, y que con el tiempo se han ido derruyendo, provocando a quienes las miramos cierta nostalgia de tiempos pasados tradicionales en que se aprovechaba al máximo los recursos disponibles, agrícolas, ganaderos, forestales, cinegéticos, etc. Existía la costumbre de coger en estos rasos manzanilla como socorrida infusión para restablecer la salud , "micharros" o lirones en los huecos de las hayas, setas diversas como suculentos recursos culinarios, existía la costumbre de practicar la caza, de tomar arenilla para la construcción, rocas para la cal, aprovechar las simas como pozos de hielo, recoger hoja seca de las hayas para cama de los animales, aprovechar la madera para la construcción, para el fuego, existía la costumbre de subir los animales, para su estancia y alimentación con pastos diversos, yerbas, bellotas, etc., ya fueran vacas, caballos, cerdos para los que se construían pocilgas a dos vertientes con maderos y césped, los pastores cuidaban sus rebaños de ovejas ordeñando y haciendo queso en las txabolas o bordas para la explotación animal, etc. Eran otros tiempos de imbricación intensa Hombre-Naturaleza.  En la foto superior apreciamos el final del bosque Artea a la derecha de la imagen, en las proximidades de la ermita de San Benito Abad, la franja boscosa que discurre de izquierda a derecha, franja que si la atravesáramos alcanzaríamos la peñera,  la cresta de piedra con que se corona el perfil de la sierra de Limitaciones que mira al Valle.

Sierra de Limitaciones. Balsa en las cercanías de la Cueva de los Cristinos. (Foto de Jesús Díaz). Pequeñas balsas como la que apreciamos en esta imagen que se halla próxima a la barrera de Larramendikoarro y a la propia cueva de los Cristinos, servían a los cazadores para practicar su actividad cinegética, pues atraen a numerosas aves sedientas que se aproximan confiadas a calmar su sed. Los propios animales que pastan en la sierra, caballos, vacas, ovejas pueden beber en ella.



Sierra de Limitaciones. Raso de Ustalaza. Caballos cerca de la Cueva de los Cristinos. (Foto de Jesús Díaz). En  la barrera metálica de Larramendikoarro, junto al camino que viene desde el puerto de Larraona y prosigue hasta la pista asfaltada de Limitaciones, nos encontramos este hermoso grupo de caballos que se aproximan curiosos e inofensivos al visitante. Obvio es decir que debemos respetar al máximo todos los elementos de la sierra, flora, fauna, geología, etc. para legar a generaciones futuras este valioso patrimonio que generaciones anteriores lo han legado a las nuestras.


Cueva de los Cristinos. Boca de entrada. (Foto de Jesús Díaz). La entrada a la cueva, como vemos en la imagen de arriba, se halla en una pequeña hoya o hundimiento del terreno en el que se alza un haya con altas ramas secas, que en la actualidad se han cortado para impedir roturas y desplomes imprevistos y daños a posibles visitantes. La parte baja del árbol derrocha retoños de verde intenso en plena época estival. Es fácil acceder hasta la sima desde la barrera metálica de Larramendikoarro; una vez llegamos a esta barrera procedentes de la ermita de San Benito, una senda a la derecha nos acerca hasta la cueva.


Cueva de los Cristinos. Boca de entrada en verano. (Foto de Jesús Díaz). El vano natural de entrada a la sima se halla a los pies del haya que observamos en la imagen. Es aconsejable acercarse con máxima prudencia por la irregularidad del terreno descendente; unas sendas laterales de firme arenoso nos aproximan hasta el inicio de unas escaleras  de piedra, empinadas y difíciles, que bajan hasta la primera sala de la cueva dispuesta a modo de amplio vestíbulo de recepción.



Cueva de los Cristinos. Boca de entrada en el atardecer de un día otoñal. (Foto de Jesús Díaz). Observamos en esta foto la entrada a la cueva, tal como se halla actualmente; vemos que el haya ya no tiene las ramas secas y apreciamos claramente la hoya de entrada con helechos o "falagueras" y algunos "giniebros" en las breves laderas del embudo de descenso. Observamos que el entorno de la cueva es un auténtico Edén vestido de Otoño.



Cueva de los Cristinos. Escalerillas empinadas de entrada a la cueva. (Foto de Jesús Díaz). Apreciamos en esta imagen las estrechas escaleras de piedra que nos permiten bajar hasta el vestíbulo inicial de la sima. La prudencia en este trayecto debe ser máxima, pues es fácil caerse o resbalar. Los medios de iluminación deben estar preparados pues una vez dentro la oscuridad es absoluta.

4) INTERIOR DE LA CUEVA DE LOS CRISTINOS.



Interior de la Cueva de los Cristinos. Zona del riachuelo de entrada. (Foto de Jesús Díaz). Una vez hemos accedido al vestíbulo de la sima, podemos empezar a disfrutar gratamente de las formaciones calcáreas caprichosas, redondeadas y sensuales, que las filtraciones del agua desde la superficie exterior han ido formando en el interior. Sus colores son muy variados y por ello muy atractivos, en función de la disolución y filtración durante siglos de elementos y materiales  diversos, rocas cobrizas, férreas, ocres, blancas, que se escurren gota a gota sedimentándose y creciendo de forma lenta  por las paredes de la cueva, como apreciamos en la imagen. Lenguas carnosas de potente seducción, lamen los muros de forma irregular y azarosa, conformando superficies húmedas, orgánicas y curvilíneas de aparente blandura.



Interior de la cueva de los Cristinos. Zona  del riachuelo de entrada. ( Foto de Javier Díaz).Vemos en esta imagen el techo plano  y las paredes de formaciones tubulares que se derraman hacia el suelo cual lenta y densa cascada de agua que hubiera quedado fosilizada. Obsérvese la diversidad de tonos cromáticos, amarillos, rojizos, blanquecinos, grisáceos, que adopta tan singular tapiz mural. Los espeleotemas, estalactitas, estalagmitas, formaciones columnarias,  son depósitos minerales continuos transportados por las aguas que se filtran en la cueva desde la superficie,  que precipitan en carbonato cálcico. Las estalactitas, que van adquieriendo una forma cónica, tienen un canalillo o tubo central que gotea al suelo depositando calcita, provocando la formación de las estalagmitas, que carecen de tubo  interior y que crecen de abajo hacia arriba en forma cónica. El crecimiento de ambas, estalactitas y estalagmitas, puede generar, con el transcurso del tiempo, su unión y la formación de  espeleotemas columnarios.


Interior de la Cueva de los Cristinos. Zona del riachuelo de entrada. (Foto de Javier Díaz). En el interior del amplio e irregular espacio de recepción un riachuelo se escurre con suave rumor por el suelo de la sima. Si lo vadeamos con cuidado podemos aproximarnos a  algunas cavidades naturales  como la que apreciamos en la imagen.



Interior de la cueva de los Cristinos. Zona del riachuelo de entrada. ( Foto de Francisco Artigas). Otra de las cavidades naturales que podemos ver en la zona de entrada de la sima es ésta. De forma antojadiza y voluble la Naturaleza ha generado esta pequeña cueva en la que Paco y Olga se han detenido un momento para paladear su belleza.

Interior de la cueva de los Cristinos. Puerta metálica de acceso a la estancia principal y al lago. ( Foto de Jesús Díaz). Continuando el recorrido hacia el lago interior ascenderemos por unas escalerillas de piedra, desde la estancia en la que nos encontramos, para pasar a través de la puerta metálica que vemos en la imagen y que años atrás se instaló en el trayecto al corazón de la cueva, quizás como medio de cierre y precaución ante visitas incontroladas. Hoy en día, como hemos indicado el acceso es libre, no existe ningún control, y la puerta está abierta.



Interior de la cueva de los Cristinos. Trayecto hacia el lago. ( Foto de Jesús Díaz). Una vez hemos pasado la puerta metálica debemos recorrer un trayecto irregular de ascenso y descenso que nos va acercando a la sala principal.



Interior de la cueva de los Cristino. Trayecto hacia el lago. ( Foto de Jesús Díaz). Algunos espacios muestran un suelo y un techo que casi se tocan, muy próximos, con aspecto lunar. Pequeñas estalactitas en formación comienzan a descolgarse tímidamente desde el techo generando una superficie muy peculiar y de atractivo evidente. Los techos en general son más regulares e igualados  que las soleras, como apreciamos en la foto.


Interior de la cueva de los Cristinos. Trayecto hacia el lago. (Foto de Francisco Artigas.) Nuevamente vemos los curiosos espacios pétreos ornamentados en sus techos, de forma natural, mediante numerosas y diminutas estalacticas de brevísimo fuste dispersas al azar y que han iniciado su larga formación gota a gota.


Interior de la cueva de los Cristinos. Barra de protección. ( Foto de Jesús Díaz). Una de las balconadas peligrosas, abocada al espacio de entrada, ha sido protegida mediante una barra metálica horizontal para avisar y prevenir a distancia del riesgo existente y evitar caídas al aproximarse  para curiosear nuevas perspectivas de la cueva.



Interior de la cueva de los Cristinos. Trayecto hacia el lago. (Foto de Javier Díaz). Cuatro personas, dos adultos y dos niñas, provistas de los medios adecuados de indumentaria e  iluminación,  ascienden por una de las pendientes de la cueva en dirección a la sala principal. Uno de los atractivos de la visita es que saboreamos rincón a rincón el espacio global de la cueva; salvo que se disponga de medios muy potentes de iluminación que permitan una visualidad amplia, el goce de la sima no es global sino trozo a trozo, paso a paso, en función del chorro limitado de luz que desprendan nuestros faroles; ello nos permite descubrir y desvelar poco a poco los misterios pétreos que encierra.



Interior de la cueva de los Cristinos. Trayecto hacia el lago. (Foto de Javier Díaz). La pendiente de descenso que observamos en la imagen conduce ya a la sala principal  en cuyo centro luce un pequeño lago de aguas azules. Apreciamos la amplitud de algunos espacios por la proporcionalidad que vemos en la imagen entre Hombre y entorno.



Interior de la cueva de los Cristinos. Punto de acceso a la sala principal y al lago. (Foto de Javier Díaz). La estalagmita que vemos en el suelo, parcialmente mutilada,  es el punto final del descenso, una vez franqueada accedemos ya a la sala principal en la que podemos disfrutar de numerosos elementos pétreos.


Interior de la cueva de los Cristinos. Detalle de espeleotemas. ( Foto de Jesús Díaz). Vemos en la imagen unas atractivas formaciones cálcicas de aspecto cónico y orgánico. En la parte superior de la imagen se aprecia el techo plano de la cueva con diminutas estalactitas en formación.
Interior de la cueva de los Cristinos. Detalle del "pozo de la sal". ( Foto de Francisco Artigas). Los colores ocres y grisáceos predominan en la imagen  que ahora observamos. La entrada a la concavidad  del fondo, una cueva dentro de la cueva, se realiza por dos grandes óculos irregulares a modo de máscara de carnaval ante los que se halla Paco en actitud inquisitiva y curiosa anodadado por las formas diversas, de seductora apariencia.
Interior de la cueva de los Cristinos. Detalles del "pozo de la sal". (Foto de Jesús Díaz). Vemos otra perspectiva de la pequeña cueva anterior con la oblicua columna interocular cálcica dividiendo la entrada en dos vanos gemelos a modo de puerta geminada o ventana bífora.


Interior de la cueva de los Cristinos. Detalle del pozo de la sal. (Foto de Javier Díaz). Vemos en la foto la pequeña cueva anterior, aunque  la destreza del fotógrafo, la mejor iluminación, el contraste de luces y sombras, y especialmente la presencia en su interior de Estíbaliz y Maite, permiten apreciar su auténtica belleza, su tridimensionalidad, sus medidas en relación al ser humano, su volumetría, su espacio interior, su profundidad, sus cubiertas pétreas, sus superficies caprichosas, su suelo de arenilla a modo de sal.



Interior de la cueva de los Cristinos. Detalle. ( Foto de Jesús Díaz). Los diferentes espeleotemas se distribuyen de forma aleatoria en el interior de la cueva a modo de bosque fantástico de aspecto lunar bajo un techo llamativamente plano



Interior de la cueva de los Cristinos. Detalle de columna cálcica. ( Foto de Jesús Díaz). Apreciamos en esta imagen una curiosa columna sinuosa de cierto aspecto salomónico y superficie rugosa que se alza orgullosa hacia el techo alardeando ante sus compañeras por su belleza y solidez .



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal con columnas y lago. ( Foto de Javier Díaz). Esta es una de las imágenes más atractivas que pueden tomarse dentro de la sima. Corresponde a la estancia más amplia y espectacular de la misma. Vemos un conjunto de espeleotemas columnarios que la naturaleza ha generado de forma caprichosa pero con cierta llamativa regularidad, como si un Arquitecto Universal las hubiera diseñado como sostén del techo plano de la estancia. Se trata en realidad de estalactitas y estalagmitas que se han unido  hasta formar los fustes pétreos de bello aspecto que observamos en la foto, unos de grosor considerable, otros de aspecto más grácil y esbelto, pero todos de una belleza fastuosa. Del techo plano penden líneas de pequeñas estalactitas que con los siglos también devendrán probablemente en espelotemas columnarios, si los bárbaros , unos por desconocimiento e ignorancia, otros por deliberada maldad,  no arremeten de forma irresponsable contra este patrimonio natural. Tras la espectacular línea columnaria,  continúa la sala principal de la cueva, prolongándose en uno de sus extremos mediante un túnel estrecho y de escasa altura que incita al visitante a curiosear y admirar la belleza que esconde.



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de espeleotemas columnarios. ( Foto de Jesús Díaz). Las formaciones columnarias de carbonato cálcico que vemos en la imagen adoptan formas diversas que recuerdan a brazos húmedos y viscosos de pulpo y calamar en caida inerte, a medusas,  a densas cascadas fosilizadas y paralizadas en el tiempo, a espesas y pastosas masas de gelatina derramándose desde las alturas, a huesos.


Interior de la cueva de los Cristinos. Detalle de espeleotemas columnarios. ( Foto de Jesús Díaz). Los minerales filtrados por el agua desde la superficie de la sierra hasta el interior recóndito de la cueva son diferentes y de coloración diversa como percibimos en esta imagen, unos minerales son cobrizos, férreos, de colores ocres y rojizos, otros son del color del yeso, blanquecinos y grisáceos, otros tienen tonalidades rosáceas, verdosas,  conformando todos ellos un bosque columnario de bonita diversidad cromática.


Interior de la cueva de los cristinos. Sala principal. Detalle de columna pétrea. (Foto de Javier Díaz). El aspecto de este trozo de espeleotema columnario de color cobrizo evoca formas orgánicas marinas, pulpos, medusas; recuerda a las columnas y capiteles en forma de loto y papiriformes de origen egipcio; recuerda a las hogueras con sus llamas ascendiendo cual lenguas flamígeras de sorprendente simetría y regularidad, recuerda a formaciones de hielo en fuentes y cascadas. Son formaciones que no dejan indiferente al espectador hechizándole visualmente por su potente belleza estética.
Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. (Foto de Jesús Díaz). Esta imagen permite apreciar la proporción dimensional entre el ser humano y los espacios de la cueva.



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle formaciones cálcicas. (Foto de Jesús Díaz). El agua  filtrada desde la superficie se desliza sin cesar por los espeleotemas de la cueva otorgándoles un aspecto viscoso y brillante que se une al colorido diverso que presentan para sugerir y abrir fantasiosamente la mente ansiosa y expectante del visitante.



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de columna con graffitis. ( Foto de Jesús Díaz). Es esencial el escrupuloso respecto a la cueva por parte de los visitantes. Si se rompen estalactitas o estalagmitas, que han tardado muchisimos años en formarse, por el placer egoista de llevarse un trozo a casa como trofeo o botín, como ha ocurrido desgraciadamente durante mucho tiempo, se priva a los futuros visitantes del disfrute de esas bellezas de la Naturaleza dañando irreversiblemente el Patrimonio Natural. Afortunadamente la progresiva concienciación sobre el valor de la riqueza natural implica que los daños y deterioros importantes sean mínimos. No obstante sí son frecuentes, como vemos en esta imagen y en la que sigue, daños de menor calado, pero que evidentemente hay que evitar,  causados a los espeleotemas por graffitis, inscripciones, letreros, firmas con rotuladores y bolígrafos, frases con lapiceros, que deterioran las formaciones cálcicas y las afean estéticamente por la breve satisfacción egocéntrica de quien las graba o pinta.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de columna con graffitis. (Foto de Jesús Díaz). Vemos otro ejemplo de deterioro grafitero de espeleotemas de la cueva. A nadie se le ocurre firmar o realizar inscripciones personales en un cuadro de Velázquez o de Rubens, en el retablo de una iglesia o en una escultura, ¿porqué lo hacemos, sin embargo, en maravillas de la Naturaleza creadas por el Gran Hacedor, desde una óptica creyente, o generadas por la propia evolución geológica de la Naturaleza, desde una óptica agnóstica-atea?.
Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de pasaje. (Foto de Javier Díaz). Detrás de la gran columnata de espeleotemas columnarios de la sala principal hay un curioso pasaje lateral de muy escasa altura, que obliga a recorrerlo en posición encorvada. Su longitud es bastante prolongada y quien se aproxima a su boca no resiste la tentación de explorarlo. En el suelo hay agua acumulada en pequeñas lagunillas y se aprecian al fondo algunas columnas que unen suelo y techo  


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Vista parcial. (Foto de Jesús Díaz). La belleza sinuosa de las formaciones cálcicas bañadas por la luz artificial resalta con mayor intensidad en su contraste con los fondos en penumbra de la cueva. En el ángulo superior derecho observamos una estalactita de grueso fuste bárbaramente mutilada.



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de columnas. ( Foto de Jesús Díaz).




Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de techo y paredes. (Foto de Jesús Díaz).



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle. (Foto de Jesús Díaz).



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de columna. (Foto de Jesús Díaz). La columna que observamos en la imagen parece sostener ella sola el gran techo de la estancia. Algunas de sus compañeras han sido lamentablemente mutiladas.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Vista del lago iluminado. Estalagmitas "el león", "el payaso", y "los pingüinos".(Foto de Iván Martín. Autorización expresa de la imagen por parte del fotógrafo). Agradezco a Iván Martín su amabilidad al autorizarme a incluir esta bella imagen de parte de la sala principal, la ocupada por el lago, con estalagmitas en su interior, y su entorno de formaciones cálcicas. La iluminación utilizada momentáneamente permitió obtener esta espléndida vista global de la zona del lago. Dentro del agua vemos en primer término la estalagmita "el león" y en segundo término "el payaso"; en la ribera izquierda apreciamos dos estalagmitas cónicas que algunos denominan "los pingüinos". La laguna queda enmarcada por formaciones pétreas diversas que ascienden por sus laderas de forma irregular, y se cubre en su parte superior con el techo de la cueva, amplio, extenso,  plano y ornamentado con numerosas estalactitas de pequeño tamaño que cuelgan bellamente de él, cual si se tratara de carámbanos de hielo suspendidos ( o "garranglas" como decimos en Améscoa). Obsérvese que las estalagmitas que se hallan dentro del agua o en sus riberas  muestran pedestales naturales de sección circular, cual si se tratara de zócalos de hormigón dispuestos deliberadamente por el hombre.
 


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Vista de la estalagmita "el león" en el lago. (Foto de Jesús Díaz). Apreciamos en esta foto una de las estalagmitas más bellas de la sima. Sobre un pedestal  de sección circular y  tonalidad grisácea se alza arrogante el espeleotema cobrizo en forma de león que parece apoyarse sobre sus patas delanteras y sobre sus cuartos traseros, y parece alzar su cabeza melenuda. Es hermoso el contraste cromático del conjunto y el recorte de la figura en la oscura penumbra de la cueva.



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de la estalagmita "el león" en el lago. ( Foto de Jesús Díaz). Vemos nuevamente el espeleotema "el león" desde otra perspectiva que desvirtúa levemente su característica figura.
Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de la estalagmita "el león" en el lago. (Foto de Jesús Díaz). Apreciamos en esta foto un detalle del espeleotema en forma de león. La rugosidad caprichosa que ha generado la Naturaleza en su lento y parsimonioso devenir es realmente atractiva. Estaríamos viendo en la imagen el pelo y la melena del león formados "escultóricamente" por la Naturaleza por el sistema  de "adición" de materia que gustaba, por ejemplo, al escultor Auguste Rodin, frente al sistema de talla o labra, basado en la extracción o quita de material, hasta descubrir la escultura oculta en el bloque,  que satisfacía más a Miguel Angel. Y efectivamente la Naturaleza genera las estalactitas  y estalagmitas mediante la técnica de la adición de minerales de forma lenta durante decenios, siglos, hasta generar las bellas esculturas naturales de carbonato cálcico, la Naturaleza actuando como sabia escultora.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de la estalagmita "el león" en el lago. (Foto de Jesús Díaz).



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de la peana de la estalagmita "el león" en el lago. (Foto de Jesús Díaz). En la parte derecha de la imagen,  adosado al zócalo sobre el que se yergue el león, se dispone un espeleotema en forma de ánfora o  jarrón de cerámica cuya boca circular muestra aspecto moldurado.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle. (Foto de Jesús Díaz). La imagen que observamos ahora es también bellísima y otro ejemplo de cueva dentro de la cueva. La oquedad que apreciamos en la foto es efectivamente una pequeña concavidad cuya entrada es una vano amplio natural en forma de arco rebajado del que penden, levemente, cual si se escurrieran, lenguas de aspecto helado. Da la sensación de que estamos ante un paisaje helado polar.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Estalagmita "el payaso" en el lago. (Foto de Jesús Díaz). Aunque la imaginación de cada espectador es libre para bautizar para sí mismo cualquiera de los espeleotemas que ornamentan la cuerva de los Cristinos, no parece descabellado relacionar a la estalagmita anterior con un león o a la estalagmita que ahora vemos con un payaso, como asegura mi sobrina Estíbaliz, pues efectivamente algunos de sus rasgos, especialmente su cabeza con pelo de trapo, así lo sugieren; también parece un muñeco de nieve con bufanda alrededor del cuello. Nuevamente observamos la belleza de la claridad de la estalagmita acariciada por la luz fotográfica en contraste con el fondo negro de la cueva. La estalagmita emerge altiva de las aguas del lago que besan sus pies y forman en su honor ondas superficiales  en torno a ella.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Estalagmita "el payaso"en el lago. (Foto de Jesús Díaz). Vemos con mayor proximidad la imagen anterior, su cuerpo y su gran cabeza, incluso parece apreciarse los brazos mutilados de la figura, si nos estuviera mirando, o los brazos y codos si la viéramos de espaldas disponiendo sus manos y antebrazos ocultos ante el pecho . Observamos con mayor nitidez la peluca de trapo, sea de un payaso o de un muñeco de nieve, e incluso la bufanda que parece envolver su grueso cuello.



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Estalagmita "el pingüino" en el lago. (Foto de Jesús Díaz). Vemos en esta imagen otro de los curiosos espeleotemas que adornan la cueva. Tiene forma fálica, cónica, y parece un obús, un cohete espacial, aunque para otros tiene forma de pingüino.
Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Estalagmita "el pingüino" en el lago. (Foto de Jesús Díaz). La presencia junto a la estalagmita de Estíbaliz permite apreciar la dimensión y volumetría de la estalactita.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Estalagmita naciente en el lago, (Foto de Jesús Díaz). Apreciamos en esta imagen un espeleotema que se va formando lentamente en el interior del lago. Apenas sobresale levemente de la superficie cristalina del agua enseñándonos, tímido, su coronilla pétrea. Deléitense con el juego espléndido de ondas circulares que se entrecruzan de forma bellísima formando diseños de visualidad estética sorprendente.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de techo y pared. (Foto de Jesús Díaz).



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de "pequeña caverna". (Foto de Jesús Díaz). Hermosisimo rincón  de la cueva en el que apreciamos una caverna envuelta por  gruesos espeleotemas en su parte anterior y  bellas columnas en su lateral. Asciende en formas orgánicas de aspecto blando y helado simultáneamente ( aunque parezca paradójico) hasta el sólido y macizo techo plano. Las superficies tubulares y brillantes exhiben orgullosas su belleza. En la parte derecha la caverna muestra un acceso geminado o bíforo pues dos columnas parten el vano en la zona central cual si se tratara de un mainel de división. Es otro de los rincones que el visitante no se puede perder. Es difícil tratar de describir semejante belleza con palabras, es algo inefable, en sentido literal.


Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Detalle de estalactita colgante rota. (Foto de Jesús Díaz). Vemos un claro ejemplo de espeleotema  con su punta mutilada, seguramente por intervención irresponsable humana. Es una de las principales acciones de destrucción que debemos evitar y combatir con decisión y energía. Su grueso fuste pende dolorido del techo plano, al tiempo que multitud de pequeñas y finas estalactitas le acompañan, temerosas de tener su mismo destino.



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Espeleotema columnario. (Foto de Javier Díaz). Observamos en esta imagen una peculiar formación cálcica, cual si fuera un tótem ancestral que se eleva desde el suelo hasta alcanzar el cielo. Un pilar gris y ocre asciende con firmeza desde una gran base monticular uniendo  el mundo telúrico y el celeste



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Espeleotema columnario. (Foto de Jesús Díaz). El pilar parece incrustarse en el techo, aunque el proceso geológico es el inverso, realmente nace en el cielo, en la parte superior, y desciende lentamente,  goteando, goteando, goteando,   hasta formar una estalagmita en el suelo que acabará uniéndose a la estalactita madre que baja desde las alturas.   



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Espeleotema orgánico. (Foto de Javier Díaz). Esta cuevecilla que se esconde en el fondo  de la cueva matriz, cual joya preciada, muestra unas formaciones pétreas de carbonato cálcico que parecen tener vida, recuerdan a seres marinos como medusas, pulpos, calamares, con infinidad de brazos sinuosos, escurridizos, blandos y flexibles,  suspendidos en las aguas profundas de mares y océanos.




Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Espeleotema orgánico. Detalle. (Foto de Javier Díaz).



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Espeleotema orgánico. Detalle. (Foto de Jesús Díaz). Bajo la formación pétrea anterior se abre una pequeña cuevecilla en cuyo suelo percibimos una diminuta lagunilla. En su superficie acuosa juegan ondas generadas por la caída constante de gotas de agua. A su lado apreciamos otra formación cálcica cuya superficie rugosa de esferillas yuxtapuestas llama poderosamene la atención cual si se tratara de la dura piel de un animal prehistórico o las burbujas de un denso líquido en ebullición.



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Espeleotema orgánico colgante. Detalle de la formación de ondas concéntricas en la superficie de la diminuta lagunilla y piel rugosa de carbonato cálcico de un animal prehistórico fantasioso que dormita a su lado. (Foto de Jesús Díaz).



Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Espeleotema orgánico. (Foto de Jesús Díaz).



















Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Estalagmita en formación en la ribera del lago. (Foto de Jesús Díaz).

























Interior de la cueva de los Cristinos. Sala principal. Estalactitas colgando del techo. (Foto de Javier Díaz).Vemos en la imagen una  hermosa hilada de estalactitas en formación que penden del techo cual agujas o carámbanos de hielo. Pero si aguzamos la vista observamos que en torno a ella numerosas estalactitas diminutas en grosor y estatura cuelgan del techo cual frágiles promesas de lo que generaciones veniderás esperemos vean y disfruten; de nuestra responsabilidad y concienciación depende.

(1) Quizás el nombre actual de la cueva de los Cristinos derive de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, cuarta esposa del rey Fernando VII y regente durante la minoría de edad de su hija la futura reina Isabel II. María Cristina mantuvo la regencia de España tras la muerte de Fernando VII en 1833 hasta 1840 , año en que entrega el poder al general Espartero. Por ello a los liberales partidarios de Isabel II y de su madre María Cristina se les conocía como los Cristinos o los Isabelinos, frente a los partidarios del pretendiente Carlos Isidro, hermano de Ferando VII, conocidos como los Carlistas.
Recordemos que en Abril de 1835 el general isabelino Valdés entra en Améscoa, desde Contrasta, con cerca de 20.000 hombres. Zumalacárregui con 5.000 hombres se retira hasta Eulate y luego hasta San Martín. Valdés no se arriesga a seguirle temiendo sus acciones de guerrilla y sube desde Eulate, por el puerto de Gonea, hasta el palacio de Urbasa. Al amanecer, bajo el aguanieve, Valdés decide retirarse a Estella y en su bajada por Artaza sufre un descalabro de sus fuerzas ante los ataques de guerrilla de los carlistas.



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